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01/05/2025

La crónica del primer Día del Trabajador celebrado en Buenos Aires de 1890: acto en Recoleta y reclamo por la jornada de 8 horas

Fuente: telam

El 1ro de mayo de ese año se conmemoró la fecha por primera vez. En ese momento en el campo laboral estaba todo por hacer. Sueldos bajos, explotación infantil y peor situación para las mujeres. Las repercusiones de la jornada y las principales conquistas a lo largo del tiempo

>Era “de acuerdo a la costumbre de la casa” la fijación de la jornada laboral, que se extendía a las diez o quince horas en fábricas y talleres y de sol a sol si se trataba de trabajo en el campo. Y no solo el horario dependía del patrón, también los salarios, muy por debajo del costo de vida.

Entre 1880 y 1914 se produjo un marcado crecimiento económico motivado, especialmente, por la expansión de la actividad agropecuaria, la industria frigorífica, el aumento de las exportaciones, y por el progreso que vino de la mano del ferrocarril. Hubo un aumento de puestos de trabajo, muchos ocupados por los inmigrantes, que empezaban a llegar en oleadas. Como la tierra en el interior bonaerense ya tenía dueño, el extranjero que venía con la idea de ser agricultor, debió volcarse a las ciudades, empleándose en talleres y fábricas, viviendo hacinados en conventillos, muchos de ellos viejas mansiones de familias que las habían dejado con el estallido de la epidemia de fiebre amarilla de 1871 y que se habían radicado más al norte de la ciudad.

Esa concentración urbana solo podía traer reclamos de todo tipo, que iban desde mejoras en las condiciones de trabajo, pasando por las dificultades en poder afrontar un alquiler y acceder a servicios de salud y educación. La ciudad no estaba preparada para semejante shock demográfico.

El obrero estaba totalmente desprotegido: trabajaba todos los días de la semana, aún el descanso dominical no existía, los accidentes de trabajo eran moneda corriente, nadie tomaba las precauciones para evitarlos y menos se tenía en cuenta los efectos nocivos para la salud el trabajar en ámbitos con el aire contaminado.

En esa época fue cuando nacieron las primeras sociedades gremiales, en parte impulsadas por aquellos inmigrantes portadores de ideas socialistas y anarquistas, y que venían con el know how de cómo armar una agrupación gremial. Esos dos millones de extranjeros que se establecieron en el país entre 1857 y 1914 fueron determinantes en ese sentido.

Una de las más importantes fue la Unión Tipográfica, fundada en 1878 que al año siguiente se transformó en la Tipográfica Bonaerense. Por su parte, en 1885 nació la Internacional de carpinteros, ebanistas y anexos; en 1886 apareció el sindicato de panaderos; en 1887 La Fraternidad, que nucleaba a maquinistas y foguistas. Luego vendrían los albañiles, los sombrereros y otros más.

En 1878 fueron los tipógrafos los que inauguraron el método de la huelga –“un recurso vicioso” lo describieron las autoridades- en el que reclamaron que se fijase un horario laboral para los tipógrafos de los diarios, que lo hacían a jornal, y en las imprentas a destajo. Habían llegado a ese punto cuando luego de una reunión en el Teatro de la Alegría, el 31 de agosto, no se había llegado a un acuerdo con los dueños de las imprentas. Durante un mes largo, los diarios más importantes imprimieron ediciones más reducidas porque pusieron a trabajar a personal administrativo y los más chicos directamente no salieron. En esa oportunidad, los tipógrafos ganaron: obtuvieron una jornada de diez horas en invierno y doce en verano.

Lo que no se perdió fue el clima de protesta. La docena de huelgas que se produjeron entre 1881 y 1887 pronto se multiplicaron y entre 1888 y 1890 hubo treinta.

Hubo un tiempo en que el barrio de Recoleta carecía de la fisonomía que le son característicos, y no era recomendable recorrer sus calles cuando caía el sol. Peligroso para transitar, con muchos baldíos, lleno de matones y de gente buscada por la justicia, que usaba los rancheríos para ocultarse. En ese ambiente, pululaban cafés y bailongos de medio pelo.

Sobre la actual Quintana, entonces avenida República, entre Junín y Ayacucho, había un predio para espectáculos al aire libre que se llamaba Prado Español. Era célebre por sus romerías y especialmente por haber sido el primer lugar donde se permitió bailar el tango a parejas compuestas por un hombre y una mujer, porque hasta entonces sólo se bailaba a escondidas o entre hombres. El lugar sería el escenario donde por primera vez se conmemoraría en nuestro país el 1 de mayo.

Cuando un grupo de exiliados políticos alemanes, perseguidos por el gobierno de Otto von Bismarck, se radicaron en Argentina, el 1 de enero de 1882 fundaron un club socialista al que bautizaron “Verein Vorwärts“, que significa “unidos adelante”. Establecieron su sede en la entonces calle Comercio 880, hoy Humberto I, desde donde comenzaron una intensa actividad en defensa de los derechos del trabajador, un campo al que no se le prestaba atención.

En 1890 Vorwärts decidió -de acuerdo a las directivas del Congreso Obrero Internacional celebrado en París- conmemorar, en todos los países, la fecha del 1 de mayo a la que llamaron “fiesta internacional de obreros”. La reunión sería el puntapié inicial de la creación de una federación de obreros en el país y de la edición de un periódico.

El manifiesto que dieron a conocer revelaba sus objetivos: lograr una jornada laboral de 8 horas para los adultos, la prohibición de trabajar a menores de 14 años, la abolición del trabajo nocturno (salvo en los casos en que la producción no pudiera discontinuarse), la prohibición del trabajo de la mujer, el descanso no interrumpido de 36 horas por semana, la prohibición a aquellas industrias que perjudicasen la salud del trabajador, la supresión del trabajo a destajo y por subasta y la inspección minuciosa de parte del Estado y de los propios obreros de fábricas y talleres. Reclamaba que todas estas disposiciones se implementasen a través de leyes de alcance internacional.

La organización del acto estuvo a cargo del suizo alemán José Winiger, periodista y literato, director de Vorwärts; Guillermo Shülze, ebanista; Gustavo Nohke, zapatero; Augusto Kühn, tipógrafo y Marcelo Jackel, relojero, quienes debían contactar a las distintas organizaciones obreras y armar un programa.

En el acto se anunciaría la formación de una federación de obreros local, se lanzaría un periódico para la defensa de la clase obrera y se peticionará ante el Congreso para que sancionase un paquete de leyes protectora de los trabajadores.

El orden lo cuidó el comisario García, de la comisaría 15ª, secundado por dos oficiales y quince vigilantes. La sensibilidad de las autoridades estaba a flor de piel: el día anterior, en plena pegatina de carteles convocando al acto, tres militantes fueron detenidos por unas horas.

Desde que se había anunciado el acto, el gobierno había ordenado el acuartelamiento de tropas, que debían estar listas para salir a la calle. Por su cuenta, los organizadores formaron un cuerpo de guardianes, que se distinguían por un distintivo rojo que llevaban en el pecho.

En la entrada se vendían boletos, cuya compra no era obligatoria. Los fondos se usarían para cubrir los gastos del acto.

Hubo cerca de 18 oradores, muchos de ellos extranjeros, entre ellos alemanes, franceses, italianos y españoles, que tuvieron quince minutos para hablar. Winiger hizo una reseña de lo actuado por el comité y anunció que se buscaría la emancipación social por medio de la acción legislativa y la organización internacional de los obreros. Se propiciaba la formación de una confederación obrera argentina.

Jacinto Oddone, dirigente socialista, historiador del movimiento obrero argentino, realizó una reseña de la que tomamos sólo algunos conceptos. El diario La Nación hizo una crónica, destacando que los oradores hicieron hincapié en las bondades del socialismo y apuntó que “…había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que nos alegramos mucho…” y La Prensa: “El presidente, señor Winiger, abrió la asamblea pronunciando un oportuno y elocuente discurso que sentimos no publicar por falta de espacio…”, aunque sí citó el último párrafo de su discurso: “La victoria del socialismo solo es cuestión de tiempo. Entusiasmados por este lisonjero porvenir, confiados a nuestras fuerzas invencibles, persuadidos de la victoria de la gran causa del proletariado, declaramos abierto el mitin con un saludo a los millones de hermanos y compañeros de todos los países reunidos en este momento con el entusiasmo de sus corazones y las aspiraciones de su alma con nosotros en solidaridad y fraternidad internacional”.

Como en los días anteriores la patronal había avisado que se descontaría el día de trabajo a aquellos que faltasen por ir al acto, y en muchos casos se los despediría, se abrió una colecta para auxiliar a todos aquellos que resultasen afectados. Se recaudaron 120 pesos.

Cuando a las cinco y media la concurrencia se desconcentró, fueron a festejar en el local de Vorwärts, donde bailaron y cantaron hasta bien avanzada la madrugada.

Uno de los resultados del mitin fue la decisión de editar un periódico, que se llamaría “El Obrero”. Saldría por primera vez el 12 de diciembre de 1890 y en sus páginas denunciaría la inconcebible explotación a la que eran sometidos los trabajadores en el interior del país. Entre sus principales colaboradores estaba Germán Avé Lallemant. Por 1870, este ingeniero alemán había llegado a la Argentina y terminaría radicándose en San Luis en la búsqueda de oro y petróleo. Fue el primero en usar dinamita en Argentina.

La clase gobernante se sintió amenazada por esas ideas que traían los inmigrantes. Porque a principio del siglo XX, a los socialistas y anarquistas, que entonces se disputaban la conducción del movimiento sindical, se sumó lo que entonces se llamó el “sindicalismo revolucionario” que precisamente proponían una “revolución social” que a veces incluyeron disturbios, boicots y atentados. El Estado reaccionó con la sanción de la Ley de Residencia, de 1902, que habilitaba a expulsar a extranjeros considerados “indeseables” o “peligrosos”. Esa ley se reforzó con otra, la de Defensa Social, de 1910, y en el medio de ambas se creó el Departamento Nacional de Trabajo, en 1907, que buscó un camino para regular y controlar las relaciones entre trabajadores y empleadores.

Fuente: telam

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