30/04/2025
Fue biógrafo silencioso de Maradona, jamás le pidió una foto y lo acompañó en la entrevista más dolorosa: el video inédito

Fuente: telam
El camarógrafo Gustavo Rodero resultó testigo de buena parte de la vida de Diego, incluido el Vía Crucis del Mundial 94. De la mágica convivencia en La Pampa al detrás de escena de la icónica nota del “me cortaron las piernas”. “Llorábamos como dos nenes”, revela
>“Así viene Maradona del baño. Increíble”.
“Señor, señor, señor. ¿Lo puedo saludar?”. Una frase basta para que la formación espontáneamente se desarme, para que el protagonista gire, abra los ojos y genere el desbande para darle paso. “¡Qué lindo verte, papá!”, se le escucha decir a Pelusa, mientras se estrecha en un abrazo de varios segundos con Gustavo Rodero, a quien todos miran incrédulos; sobre todo aquellos que orbitaban al ídolo sin la posibilidad de cruzar el límite imaginario de esa intimidad.
Rodero pudo haber seguido un camino que no lo conectara con Maradona u otras grandes estrellas del deporte. “Me vine a vivir a Buenos Aires en el 87, voy para 40 años ya. Soy cordobés. Nací allá y estudié allá, estuve a punto de recibirme de arquitecto, pero cuando se acercaba la fecha de ver qué iba haciendo en la carrera, ya había trabajado algunas cosas en Córdoba con la TV, como en el rally. Me vine. Y cuando me vine dije ‘nunca más me iba a pasar toda una noche en un tablero para hacer una entrega. Pasé noches dibujando”, evoca.
“Tuve la suerte de conocerlo en el partido aniversario de la Selección campeona del 86. Me tocó estar en el campo cuando practicaba tiro libres y te usaba de cómplice. La clavaba en el ángulo, se daba vuelta y te decía ‘¿esa la filmaste, la grabaste?’”, ubicó la piedra fundacional de la relación. “También estuve en el casamiento de Diego y Claudia, en el Luna Park. Debo tener guardado el sombrerito que es como un piano; el del carnaval carioca. Y culminó en el 94, pero con todos estos encuentros la historia venía mostrando que los caminos se iban a cruzar. Tuve mucha suerte, la de ser contemporáneo suyo y la de conocerlo. Haber convivido con él, con cosas hermosas y malas, es inolvidable”, acepta el combo completo, sin despreciar nada.
Rodero trata de explicar el feeling con una frase: “Lo quise mucho, pero bien, sin intención de conseguir algo”. “Yo no soy periodista, soy técnico, mi función es la de pasar desapercibido, no me gusta ni la exposición ni nada por el estilo. Pero él tenía el don de hacerte sentir bien si vos lo respetabas y resguardabas su intimidad. No fui amigo, pero tuve la suerte de que me invitara a la casa a comer”, amplió.Así, casi sin querer, por un compromiso laboral que sentó las bases de un vínculo, se convirtió en uno de los biógrafos visuales de una extensa etapa de la vida de uno de los mejores futbolistas de la historia; que a su vez trascendió por gestos, actitudes y decisiones los límites de lo estrictamente deportivo, para pasar al plano simbólico, hasta mitológico.
“Conmigo ha sido muy generoso. Si ves las notas del Mundial 94, tanto en la gira previa o en el Mundial, siempre me nombra. Cuando hacemos la nota a la salida del partido de Nigeria, me da la mano. Hicimos una nota en Israel, después del partido y habla de una apuesta que habíamos hecho entre nosotros. Él era hincha de Peñarol de Mar del Plata y yo de Atenas, de la época de Marcelo Milanesio y el Pichi Campana. Apostamos un asado, que nunca le pude pagar, porque salió campeón Peñarol”, enumera Rodero. Y suelta secuencias en catarata.“Si había que hacer una entrevista, siempre pedía que fuera yo. Hice una nota con él cuando volvió de Uruguay, después de que casi se muere. Fue con Martín Liberman y Fernando Pacini, en la terraza del hospital. Otra: cuando termina la preparación en La Pampa, lo van a buscar en un avión privado; incluso viajan Carlos Ávila y su socio; estaba la familia de Diego, no había lugar para mí. Además, salía un vuelo de Austral a la misma hora hacia Buenos Aires. Grabo la subida por la escalerita y, cuando están por cerrar la puerta del avión, me dicen ‘pará. ‘Vos te venís con nosotros’, me dijo Diego, y se puso a Gianinna a upa para que tuviera lugar en ese vuelo”, detalla, y todavía le impacta en retrospectiva.La goleada ante Grecia, con aquel grito de desahogo a la lente de la transmisión oficial, la victoria contra Nigeria y, sobre todo, el funcionamiento y la constelación de estrellas, posicionaban a Argentina como gran candidata en Estados Unidos 94. Hasta aquel fatídico doping del capitán, la escena de la enfermera llevándolo de la mano a un control que representaría el final. Rodero se mimetizó con la angustia del ídolo. Si a Maradona le cortaron las piernas, a su celoso camarógrafo, las manos.
Con una precisión prodigiosa, logra hacer un recorrido pormenorizado de lo que vivió el doloroso día del “me cortaron las piernas”; la confirmación de la despedida del Diez de la Selección. “Me tomo un avión para Dallas post Nigeria con Horacio de Bonis. Cuando aterrizamos lo llaman para decirle que había un positivo. Me dijo que seguro era mentira. Llegamos al hotel y estaba toda la prensa del mundo, porque el doping era de él. Me junté con Adrián Paenza y estaba Alejandro Fabbri y otra gente esperando, porque ibamos a subir a hacer la entrevista. Todos me seguían a mí, porque sabían que iba a subir. Nos metemos por un recoveco. Entramos a la habitación que nos indicaron y Diego no estaba. Nos dijeron ‘armen acá. Y aparece Diego llorando. Ahí arrancamos a los abrazos, todos muy triste. Llorábamos como dos nenes. Él dice: ‘Lo que me sacrifiqué...’. Y yo no lo vi drogarse jamás. “No lo puedo creer’, repetía”, dibuja la secuencia.
“No me di cuenta de que la frase iba a quedar para la posteridad, de ninguna manera. Yo hice la nota, escuché perfecto todo, aunque me la pasé llorando detrás de cámara. La frase en sí fue una patada al pecho porque se destacaba en la entrevista, pero no se me pasó por la cabeza que iba a tomar la trascendencia que tuvo y que iba a ser una de las frases de Diego. Siempre pregunto las tres frases más famosas de Maradona. La primera que sale es ‘la pelota no se mancha’. Segunda, ‘me cortaron las piernas’. Y la tercera puede ser ‘se te escapó la tortuga’ o ‘la tenés adentro’. Pero entre las tres, entra. No podés creer haber estado ahí. Y cuando cuento que fui el cámara de esa entrevista, se me cagan de risa. Me dicen: ‘Vos sos un mentiroso’. Tengo que decirles que busquen en los libros”, evoca.
Fuente: telam
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