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26/04/2025

Quiso jugar al fútbol con varones en los 90 y desató un debate nacional: la deportista que enfrentó el rechazo de la AFA

Fuente: telam

En 1995, con apenas 14 años, María Clara Mantilaro fue fichada para jugar en un equipo masculino del Club Pacífico de Neuquén. Su caso provocó un revuelo mediático y derivó en una negativa oficial de la Asociación del Fútbol Argentino. Treinta años después, recuerda el hostigamiento que sufrió y cuenta cómo siguió su vida

>El año 1995 estuvo marcado por una seguidilla de acontecimientos en la Argentina. En febrero, Mientras tanto, en una provincia del sur argentino, una adolescente llamada María Clara Mantilaro se convertía, de manera inesperada, en el centro de una discusión nacional. Tenía 14 años, jugaba de número 9 en una categoría masculina del Club Pacífico de Neuquén, y su fichaje generó una controversia que excedió los límites de la cancha. Sin buscarlo, su nombre empezó a circular en los medios locales y nacionales, y se volvió el eje de un dilema: ¿Podía una mujer jugar al fútbol con hombres en un torneo oficial?

“Usted, ¿Qué opina?”, preguntaba un presentador de televisión a la audiencia, antes de mostrar un informe sobre el caso. “Hay una chica en el área”, titulaba Clarín en su tapa del 30 de mayo junto a una foto de Clara luciendo una camiseta deportiva. Los medios por entonces recorrían las calles en busca de la opinión de la gente. “Está bien que quiera jugar al fútbol. Si le gusta jugar, que lo haga”, decía un comerciante neuquino. “Físicamente, tiene lugares delicados donde la podés golpear —los pechos, por ejemplo—. Pero supongo que habrá algún protector especial para resguardarlas”, señalaba otro. “Si los muchachos usan aro y colita, ¿por qué una mujer no va a poder jugar al fútbol?”, resumía un tercero.

¿Quién era esa chica que desató una polémica nacional? ¿Cómo empezó su vínculo con el fútbol? ¿Por qué su caso generó tanto “revuelo” mediático? Qué pasó después, cuando se apagaron las cámaras? ¿Siguió jugando a la pelota? Esta entrevista intenta responder esas y otras preguntas.

María Clara Mantilaro (45) nació en una familia numerosa. Fue la menor de siete hermanos —cinco varones y dos mujeres—, hija de un pediatra muy reconocido en Neuquén, al que todos conocían como “Coco”. A su madre, ya fallecida, la llamaban “Brasa”. “Mis viejos eran cero deportistas, pero como vieron que me gustaba jugar al fútbol, me regalaron una pelota”, recuerda.

Sus primeros pasos los dio en el colegio Don Bosco, donde se hacía un lugar entre sus compañeros, aunque reconoce que no siempre era bienvenida. “Los recreos eran cortos, las canchas pocas y ellos no siempre querían jugar con mujeres”, explica. Ella no se daba por vencida. “En mi barrio había una cancha de fútbol y ahí jugaba con mis vecinos”, agrega Clara que, por aquellos años, también practicaba hockey en el Neuquén Rugby Club.

Cuando empezó la secundaria, a los 12, se sinceró con sus padres: “Les pedí que me anotaran en una escuelita. A mí me gustaba más jugar con chicos que con chicas, porque tenían una técnica diferente”, dice. Finalmente, los Mantilaro encontraron una escuela masculina donde su hija pudo sumarse sin problemas. Al tiempo, esa categoría se disolvió y, por una cuestión económica, Coco y Brasa le pidieron a Clara que eligiera entre el hockey y el fútbol. “Elegí el fútbol”, cuenta.

Hasta ese momento, Clara tomaba con naturalidad el hecho de querer jugar a la pelota con varones. “No lo vivía como algo raro. Tampoco pensaba: ‘Estoy molestando’ o ‘No debería estar acá’”, dice. A sus 14, cuando el Club Pacífico decidió ficharla para que pudiera disputar partidos en la Liga Provincial, la adolescente se ilusionó.

Pero la solicitud escaló, y entonces comenzaron las trabas.

La decisión final llegó semanas después desde las más altas esferas. “El que dijo que no fue (Julio) Grondona”, afirma Clara. De acuerdo con publicaciones de entonces, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) fundamentó su decisión señalando que la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) no ponía reparos en la conformación de equipos mixtos con jugadores de hasta 12 años, pero no admitía conjuntos mixtos con futbolistas mayores de esa edad. “Si me dejaban jugar a mí, sentaban un precedente difícil de revertir”, agrega.

La periodista deportiva Carolina Magnalardo, autora del libro Pioneras con pelotas. La historia del fútbol femenino de Neuquén y Río Negro, aporta una mirada más amplia sobre el contexto de aquella época. “Una cosa era lo que pasaba el interior del país y otra en Buenos Aires. Ahí, desde 1991, se disputaba el Campeonato de Fútbol Femenino de Primera División con aval de la AFA. Pero en el resto de las provincias era otra la realidad. No había una estructura federal. En Neuquén y Río Negro había mujeres que jugaban desde la década del 70, pero siempre entre varones >“Lo de Clara fue una lucha tremenda en soledad, con el acompañamiento de sus padres. Ella era buena. Yo la vi jugar en un campamento para el Día del Estudiante: le pegaba un paseo a todos los pibes”, suma Magnalardo.

Cuando la noticia del fichaje de Clara llegó a los medios, la exposición fue inmediata y abrumadora. “Me acuerdo patente: estaba preparando un guiso de lentejas con mi hermano y vinieron de un canal de televisión a hacerme un reportaje”, recuerda. “Me hicieron poner una camiseta y después me sacaron fotos. Al día siguiente, explotó todo”, dice.

En cuestión de días, su historia ocupaba portadas de diarios locales y nacionales y su rostro aparecía en los programas de televisión. “Los periodistas iban a buscarme hasta la puerta de la escuela. En mi casa no paraba de sonar el teléfono. Al final, mis papás tuvieron que improvisar una conferencia de prensa”, cuenta Clara.

En retrospectiva, Clara no duda en calificar lo que vivió como un caso de hostigamiento. “Buscaban show”, dice. La presión mediática fue tal que incluso rechazó una invitación al programa de Susana Giménez. “Llamaron de la producción y mi mamá les dijo que no. Le respondieron: ‘Pero nadie le dice que no a Susana Giménez’”, cuenta, sobre lo que hoy se transformó en una anécdota de sobremesa familiar.

De aquella exposición mediática quedaron recuerdos, titulares y reportajes, pero ninguna imagen propia: Clara no conserva fotos de su paso por el fútbol. Por eso no hay imágenes suyas jugando a la pelota en esta nota.

La negativa de la AFA marcó un límite para Clara. Todavía era 1995 cuando decidió dejar el Club Pacífico y buscar opciones en el fútbol femenino. “Me fui a un equipo de mujeres, pero no existían las categorías. Yo tenía 14 años y jugaba con mujeres de 30 o 40 que, en el entretiempo, se sentaban a fumar un pucho o a tomar una cerveza. Las que tenían mi edad, me discriminaban porque era la rubia y la hija del médico”, recuerda.

La frustración no vino por no haber llegado a algo grande: Clara nunca se lo propuso. Lo que le dolió fue no haber tenido la posibilidad de intentarlo. “Quizás si hubiera seguido... No sé. Lo único que puedo decir es que tenía otra mirada del juego. Me gustaba parar la pelota, mirar, pasarla. No era patear porque sí, como se jugaba entre las mujeres en esa época. Por eso prefería jugar con los varones, sentía que aprendía de ellos”, dice.

Con el fútbol, en cambio, la relación quedó suspendida. Probó en el Futsal, jugó algunos partidos informales y, actualmente, colabora en el club de su actual pareja, Ulises Basualdo, presidente del Centro de Entrenamiento Formando Futuro (CEFF). Su hijo varón compite allí en la liga local y ella lo acompaña. Pero el deseo de jugar, aquel que se encendió cuando era una niña, nunca volvió del todo. “Abandoné el querer seguir aprendiendo o jugando al fútbol”, reconoce.

Hace algunos años, Clara recibió un mensaje inesperado: “El que fue mi entrenador en el Club Pacífico, Henry Prado, me escribió para contarme que iban a hacer unos vestuarios de mujeres en el club y que querían ponerles mi nombre. Yo le dije que sí, que no tenía problema. Pero después no supe nada más”.

Fuente: telam

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