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24/04/2025

Arturo Pérez Reverte: “Nunca aliento la polémica, en todo caso es un daño colateral inevitable”

Fuente: telam

El escritor español bestseller, que está en Buenos Aires para presentar su novela en la Feria del Libro, habla del ruido en redes sociales, el oficio literario y este agitado presente. “Vengo de un mundo que tiende a desaparecer y asistir a este momento, lo considero un privilegio”, afirma

>Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) es uno de los escritores más populares del mundo en habla hispana. Y más también: sus libros han sido traducidos a 43 idiomas y publicados en países de Europa, América, Asia y Oriente Medio. Licenciado en Periodismo, desarrolló una extensa carrera como reportero de guerra antes de dedicarse por completo a la literatura. Es miembro de la Real Academia Española desde 2003. Su obra combina con sagacidad géneros como la novela histórica, el thriller y la aventura, con una prosa directa y precisa y un lenguaje rico en matices. Se distingue por una mirada crítica, a menudo provocadora, sobre la sociedad y la historia española. Lo leen millones de personas en todo el mundo.

O sea, Pérez Reverte jugando el juego que mejor juega y que más le gusta.

A continuación, el testimonio de su diálogo con Infobae Cultura. Una breve pregunta oficia como disparador y a eso le sigue una larga respuesta, florida en su lenguaje y profunda en su concepto, que permite acordar, disentir, reflexionar. O simplemente aprender.

—Cada vez que uno tipea Arturo Pérez Reverte en Google, siempre aparece alguna polémica en redes, algún tweet suyo que desata pasiones...

—¿Y cómo se lleva con eso?

—Yo no lo busco.

—La explicación es muy simple. Ahora todo es clics, hay que sumar clicks a cualquier cosa. Yo a lo mejor digo, no sé, “el agua que tomé ayer no estaba bien”. El título es “Pérez Reverte critica el agua” para tener clics. Soy consciente de eso. Soy mayor y tengo ya mucha vida en la espalda. Entonces lo tomo con naturalidad. Lo que nunca hago es alentar la polémica e intervenir en ella. Nunca debato en las redes con nadie. Digo, lo tengo que decir y desaparezco. Entonces, bueno, lo llevo como un complemento, como un daño colateral inevitable en el mundo en el que vivimos. Pero no le doy importancia ni cuántos están a favor ni cuántos en contra. Nunca.

—¿Y no ha tenido la tentación de retirarse por completo?

—¿No lo tiene?

—No, yo tuiteo con el ordenador cuando estoy en casa. No tuiteo desde un teléfono móvil y sería una esclavitud... Tengo otras cosas más importantes que hacer en la vida. Para mí Twitter es una herramienta que está bien y tal, a la que recurro cuando necesito, que me divierte cuando entro en ella y cuando hay polémica y tal. Pero no le doy más importancia. Eso en un tipo que escribe novelas, es una actividad fundamental.

—A lo mejor no las contesto.

—El año pasado usted le dijo a una periodista argentina “no voy a hablar de Milei” ¿Por qué?

—Sí ha sido, diría, elogioso con Pedro Sánchez. No sé si es el adjetivo que corresponde...

—¿Elogioso? La palabra “elogioso” no corresponde.

—Si yo hablo de Pedro Sánchez aquí, mañana en España dirán “Pérez Reverte ha dicho tal cosa de Pedro Sánchez”. Y yo no he venido aquí para hablar de Pedro Sánchez. Yo fui puta antes que monja. Es decir, conozco el mundo en el que muevo. He sido periodista muchos años y sé muy bien cómo funcionan las cosas. Por eso sé que hay un momento para cada cosa, y este momento no es para eso.

—Lo sé y vengo prevenido para eso.

—No lo despierta, No es cierto. Eso es un error. Un error inducido. La guerra civil española está resuelta hace mucho tiempo. Hay flecos, gente que fue fusilada y está en las cunetas todavía. Yo tuve familia fusilada por ambos bandos, con lo cual tengo bastante conocimiento del asunto. Lo que pasa es que la guerra civil estaba, digamos, no ideológicamente, sino, digamos, en la parte dolorosa, estaba resuelta en mi generación. Yo nací en el año 51. Crecí en una generación educada en la necesidad de olvidar la barbarie que fue esa bestialidad entre españoles. Y mi generación creció en eso. Pero ahora, por razones tácticas, políticas, actuales (no del pasado), políticos jóvenes que no han vivido la guerra civil, que la conocen muy de lejos, la están utilizando como herramienta ideológica. Como ahora, los políticos (hablo en general), carecen de una formación cultural o política que les haga ser originales, brillantes, eficaces y decisivos en el mundo actual, recurren a herramientas tácticas para suplir esa carencia que tienen casi todos ellos.

—La guerra civil es un magnífico elemento de distracción. Porque permite oponer “estos y aquellos”. Lo que habíamos superado en mi generación. Cuando yo crecí, con 20 años, y había una actividad política importante: Franco la universidad, bla bla bla. Nadie hablaba de guerra civil. Hablábamos de Franco, que entonces era el dictador. Pero la guerra civil estaba pasada. Sabíamos los errores de unos y de otros. Lo sabíamos porque nos lo habían contado nuestros padres. ¿Queda claro entonces? Los testigos estaban vivos. Y entonces luchamos. La actitud de la gente joven era contra Franco, dictador de entonces, no contra la guerra civil que estaba ya... No era el mismo Franco de la guerra civil, era un Franco diferente, también evolucionó, como todo. Entonces, ahora, los partidos que carecen de una base, de una formación política sólida, que no tienen nada nuevo que ofrecer en un mundo europeo, en un mundo occidental que está en decadencia en tantas cosas, usan la guerra civil como herramienta para poder decir muy sencilla “eres de ellos o eres de nosotros”. La están resucitando como argumento táctico. Y haciendo un trabajo muy peligroso porque están resucitando viejos demonios que estaban ya super calmados. Esa es mi visión del asunto.

—Hablamos de redes sociales, de los políticos y su alejamiento de la cotidianeidad de las personas. Usted ha sido periodista, conoce bien el rol de los medios: parece haber una separación entre la realidad “virtual” presentada en redes y medios de comunicación, y la vida cotidiana, real. ¿Cómo convive con eso?

Los momentos, los ciclos históricos, como decía Toynbee “circulan”. O bien, como decía Spengler, “pasan, cambian y vienen otros mundos”. Bueno, yo estoy asistiendo al final de un mundo y eso es muy interesante. Asistir al final de un mundo es un privilegio. Es interesantísimo cuando uno viene de un mundo determinado y ve que ese mundo desaparece... Vivir el momento de auge de ese mundo está muy bien, la felicidad social... Pero vivir el final es un espectáculo fascinante. Cuando uno es lector de historia como yo. Soy muy lector, mi biblioteca, que es grande, tiene más de la mitad ocupada con libros de historia, desde clásicos griegos y latinos hasta la historia moderna. Entonces, claro, cuando tienes el bagaje intelectual suficiente para comprender, cuando tienes la mirada educada por la cultura en el sentido noble (en cuanto a conocimiento y en cuanto a civilización, visión del mundo) y ves el mundo, es un espectáculo muy interesante. Ver cómo se acaba un mundo, cómo vienen las fuerzas nuevas, cómo hay en demolición viejas estructuras que merecían morir (porque los mundos merecen morir, los mundos que mueren merecen morir). Porque acaso sus ciclos ya se han quedado viejos, caducos, añejos y ya no valen, deben irse.

No voy a verlo terminar del todo, no me da tiempo a porque no va terminar mañana... A veces tarda un siglo, dos siglos. Por eso a veces, cuando veo a veces a gente lúcida (y otra que no lo es) y los escucho... Digo “no tenéis ni puta idea”. Se ha acabado. Se ha acabado. Va a tardar. No siempre hay solución, la historia no se soluciona, se vive. Lo que hacer es asumirlo con el estoicismo que te da la cultura. Una vez volando entre Chipre y el Líbano, hablo de hace ya muchos años. Y cayó un rayo en el avión. Se apagó la luz y tuvo una pérdida de altura enorme. La gente gritando. Y diciendo “me voy a morir entre gente que está gritando”. ¿Qué pasa? ¿Por qué yo no gritaba? Porque yo sabía que un avión se puede caer ¿De qué vale gritar si te ha tocado? Bien, entonces la cultura sirve para no gritar cuando se cae el avión. La cultura sirve para asumir con naturalidad, con entereza, el final de las cosas, sea tu propia vida o la de otros.

—¿En este fin de un mundo, la verdad no tiene sentido? Pareciera que cualquiera puede decir cualquier cosa y no pasa nada.

Si haces clic aquí, salvas a las focas, a las ballenas y eres un tipo estupendo y eres parte de una comunidad. Ahora es muy fácil. Antes había que pelear por formar parte de una comunidad. Ahora estás en tu casa, haces click y ya está. No estás solo, ya formas parte de una comunidad. No has tenido ni que esforzarte, ni siquiera que leer, ya formas parte. Estamos privando a las generaciones jóvenes de una capacidad de análisis e interpretación. Los estamos dejando indefensos. Frente a eso, tus hijos están más indefensos que lo que estuvimos nosotros.

—¿Cómo lo afectó la noticia de la muerte de Vargas Llosa?

—Llegó a la Argentina en una semana especial por la muerte del Papa Francisco. No sé si alguna vez opinó públicamente sobre él o sus posturas. ¿Cómo le caía?

Nosotros venimos del Talmud, de la Biblia, del Corán también, porque hay un fleco mediterráneo que llega a España y tal... Es decir, no hace falta que vayas a misa si no quieres, pero es importante que conozcas la religión que conformó el mundo en el que vives. Porque si no, no puedes entender ni un cuadro de Rubens, ni una catedral, ni una monasterio, ni siquiera la literatura. Entonces mi visión de la religión siempre ha sido igual. Entonces, digamos, que mi aproximación a la religión siempre ha sido cultural. Yo soy partidario que se explique en los colegios. Desde ese punto de vista, los papas siempre han sido administradores de una institución secular de 21 siglos de antigüedad. Son las cabezas, son los gerentes, los CEOs, directores generales de esas empresas. Yo nunca he visto en un Papa, ni este ni en otro, un aspecto espiritual. Y lo lamento. Entonces desde ese punto de vista ha sido pues uno más. Este tuvo una vida más social, otro tuvo una vida más política. Pero es que no tengo nada más que decir.

—¿Por qué sigue escribiendo? Está impecable a los 73 años, tiene una vida buena, no le debe faltar nada...

A mis 74 años, irme solo —a veces no voy solo— a Cerdeña, Sicilia o Grecia con el velero es un desafío. Me mantiene lúcido, pendiente del viento, de la lluvia. No soy un abuelo en su casa viendo la tele, estoy haciendo cosas. Una novela es algo parecido: me obliga a mantenerme vivo, lúcido, activo. Hay muchos tipos de novelista. Yo soy un novelista tipo cazador. Veo a una chica, un amigo, una voz, una música, y digo: “Esto sirve para una novela”. Y después voy sacando cosas de la mochila. Cada novela me obliga a enfrentarme a una nueva aventura. Me obliga... Solo se es joven en vísperas de la batalla.

Entonces, cada novela es una batalla. Me siento como el joven que está engrasando las armas. La novela me rejuvenece. Me permite probarme a mí mismo: ¿todavía soy capaz? ¿o ya no? Además, hay otro factor importante. Esto es complicado Todo novelista tiene la cuestión de la “obra maestra” que quiere alcanzar. Y en realidad, nunca se alcanza. Ni siquiera los mejores. A veces ocurre, pero es raro. Yo sé que mi mediocridad me impedirá hacer nunca esa obra maestra con la que sueño. Pero cada novela es un intento. Yo empiezo una novela queriendo hacer esa obra maestra. Y sé, a las diez páginas, que no la voy a hacer. Pero también sé que si hago esta novela, tal vez la siguiente sí lo sea. Ese pensamiento me obliga a trabajar. A seguir escribiendo. En busca de esa novela que nunca escribiré, pero que deseo.

[Fotos: Adrián Escandar]

Fuente: telam

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