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22/04/2025

Despabílate amor: ¿cómo y cuándo nos despertaremos de nuestra única vida?

Fuente: telam

En el ensayo “Una segunda vida”, el filósofo francés François Jullien propone reelegir cómo vivir. Pero ojo: no tiene nada que ver con haber cumplido años, metas o expectativas. Más bien con el camino recorrido y la muerte que te corre. Ahora te explico.

>Lo peor que nos puede pasar es que los años pasen y nosotros como si nada. Seguir siendo los mismos salames. Ya lo dijo Eladia Blázquez: “No, permanecer y transcurrir, no es perdurar, no es existir, ni honrar la vida. Hay tantas maneras de no ser, tanta conciencia sin saber, adormecida”. Hermosa y sabia compositora argentina. Y fue hace poco que me reencontré con su música, de la mano de Fermín Prieto, increíble tenor del Teatro Colón, en una gala en el Palacio Paz. Y entonces, el interrogante: ¿estaremos honrando la vida?

“No tenemos más que una vida, es algo evidente. No podemos salir de nuestra vida y volver a entrar. (…) No tenemos vida de recambio o de repuesto. (…) La vida no puede ser jugada de nuevo, no es una partida que podemos volver a empezar. (…) Entonces: ¿en qué medida podré recomenzar a vivir, pero en la misma continuidad de mi vida? Esa segunda vida no puede ser más que esta vida, desde el momento en que no existe otra, al mismo tiempo que se disocia lo suficiente de ella, prolongándose de manera que un nuevo comienzo pueda esbozarse”, explica Jullien en el primer capítulo. Y son 9. Así que, ¡agárrate!

Es solo por decantación de nuestra experiencia y por la distancia tomada con respecto a lo que ésta no deja de implicar y de imponer, de contener, que algo se permite estar más cerca de una iniciativa. (…) al empezar a volver sobre la vida pasada, nos acercamos más a esa capacidad de iniciar. (…) será en la reanudación de la propia vida que tal vez se corrija lo que se había elegido mal, pero sobre todo que se ponga en condiciones, por la distancia adquirida, de poder elegir lo que no lo había sido antes”, continua el filósofo. Algo así como retomar lo que dejamos atrás y darle una nueva leída. Que todo eso sirva para algo. Que podamos traerlo a la conciencia. Que se transforme en el insumo y no en el lastre. Una relectura de nuestra existencia que sirva de trampolín para dar inicio a lo que uno se proponga de ahora en más. Porque depende exclusivamente de cada uno. Y en este punto creo que todos estamos de acuerdo: para estar mejor hay que poder registrar y solo después de eso, remar.

No es magia. Es transformarse a partir de las “verdades decantadas”. Y también, y lo más evidente, es que podremos hacerlo al considerar nuestra propia muerte como la única certeza absoluta. La conciencia de muerte es lo que nos corre, además del tiempo. “Filosofar es aprender a vivir: a partir del momento en que uno efectivamente puso su muerte delante de sí, como un cráneo sobre su mesa, uno ha entrado ipso facto en una segunda vida. La primera vida es aquella en la que mirar de frente la propia muerte se evita. La segunda vida, en cambio, es aquella que se abre debido a que comencé a plantear mi muerte como cumplimiento. Porque a partir de allí se define una segunda etapa por vivir”.

Jullien plantea una diferencia importante entre la “segunda vida” y la vejez (porque no es una condición cronológica), y entre la segunda vida y la sabiduría (porque el paso del tiempo no asegura nada: hay viejos sabios, pero también hay viejos nabos). Y también dice que pasar de la primera a la segunda vida no tiene por qué ser dramático ni ruidoso. El filósofo francés lo plantea más bien como un “proceso silencioso” y gradual. Pero pasa lo siguiente: esta oportunidad no es para cualquiera y no se compra de manera virtual. Porque no todos tenemos las ganas, la visión, la voluntad o el registro que requiere poder disfrutar de un nuevo comienzo, como continuidad de la vida que veníamos transitando. Pero y entonces: ¿cómo se hace? “¡Nadaremos, nadaremos!”, decía Dory en Buscando a Nemo, “Y qué hay que hacer? Nadar, nadar, nadar”. Y me parece que la cosa es por ahí. Bucear. Remar. Y remar mucho. Y hacerlo, según revela el filósofo, con experiencia, lucidez y desprendimiento. Y a cada una de esas condiciones, le dedica un capítulo entero. “Uno deviene lúcido por experiencia y se alcanza procesualmente. La luz viene por sí misma, a partir de todo lo que se ha vivido y atravesado. La lucidez nombra la capacidad de un sujeto que accede a la segunda vida. (…) Fui conducido a ella por las experiencias atravesadas al mismo tiempo que contribuí para que fuera tomada en cuenta. Entonces la lucidez me llega por todo lo vivido. (…) Al disociarnos de la vida segura, percibimos lo que la vida es esencialmente. Enfrentarla y sacar provecho de ella es lo que desemboca en una segunda vida”. Suena difícil pero posible.

Entonces: ¿podremos- más tarde que nunca- no repetirnos sino más bien retomarnos y empezar a re-vivir? Y la respuesta está en el último capítulo, el 9, titulado Relectura, retoma y reenganche. “Cuando uno lee por primera vez, está pendiente del hilo de lo que se lee. Está a la espera de un después, que lleva más lejos. (…) La primera vez que leemos una novela podemos estar atentos a tal descripción de un rostro o de un paisaje (…)”. Pero: ¿qué ocurre con la relectura? Hace que finalmente podamos elegir esa novela. “Porque la relectura no está apurada por dar vuelta la página: la presente es su horizonte suficiente. La relectura se toma su tiempo, se demora, es meditativa- todo importa. (…) Ya no es primaria, estrecha de miras y reactiva, sino que es desprendida. La relectura no es repetición, no reproduce la primera, no la duplica, sino que la despliega”. Y es eso.

Se formó en la Escuela Superior de París y estudió la lengua y el pensamiento chino en las universidades de Pekín y Shanghái. Es doctor en estudios del Lejano Oriente.

Fue presidente de la Asociación francesa de estudios chinos, director del Departamento de estudios asiáticos de la Universidad de Paris VII y presidente del Colegio internacional de filosofía.

Dirige L’Agenda de la pensée contemporaine, de la editorial Flammarion, además de ser consultor de empresas occidentales interesadas en establecerse en China.

Fuente: telam

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