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19/04/2025

Carlos Benavídez, escultor de monumentos: “Ahora están queriendo hacer que cualquiera sea un artista”

Fuente: telam

El escultor de próceres e ídolos populares, recibió a Infobae Cultura en su taller de San Telmo para dialogar sobre su carrera, su oficio y su mirada sobre el arte contemporáneo, entre otros temas

>El polvillo talco orbita sobre una enorme figura de San Martín, el susurro de una lija sobre un cuerpo reverbera entre cientos de bustos alineados sobre unos estantes: a golpe de vista hacen fila Carlos Bianchi, Néstor Kirchner, el Cura Brochero, el Che Guevara, Juan y Eva Perón, Agustín Tosco, César Milstein, Borges, Hipólito Irigoyen, Cortázar, Valentino Rossi o el Burrito Ortega. Y la lista, impredescible, continúa.

Sobre una de las paredes, sobre unas tárimas, se alistan figuras surgidas de fotografías icónicas, en diferentes etapas de su vida, de Maradona, en un rincón aparece Messi, encargo de un diario español para un trofeo-estatuilla que se le entregó al jugador para reconocerle como “el mejor de todos los tiempos” al lado de un ensayo de un proyecto de estatua del Dibu Martínez para su ciudad natal, Mar del Plata.

Benavídez recibe a Infobae Cultura mientras se prepara para inaugurar una de sus obras más ambiciosas: el Monumento a Las Libertades Correntinas, que será emplazado en Corrientes, en la que busca capturar la esencia cultural y simbólica de la región a través de elementos representativos como los ríos Paraná y Uruguay, el pez dorado y la figura de la República.

En sí, el taller está plagado de maquetas, algunas en pequeña escala y otras ya en el tamaño final, todas conforman lo siginfica el proceso del desarrollo escultórico. “Soy de la vieja escuela y me encanta el tema de la materia, es lo que me gusta. No voy a dejar de hacerlo así. Claro que podés sumar un render perfecto, pero como complemento. Mientras más imágenes sumes, fotografías, perspectivas y todo eso, la seducción es mayor”, comenta.

Desde el inicio de su carrera en 2002, ya se emplazaron alrededor de 30 esculturas y monumentos en diferentes ciudades de Argentina y el mundo, siendo alguna de las más reconocidas los homenajes a Juan Domingo Perón, la única que puede encontrarse en la Ciudad de Buenos Aires; Raúl Alfonsín, con esculturas en localidades como La Plata, Paraná y San Salvador de Jujuy; Diego Maradona, en Bahía Blanca y Santiago del Estero o Juana Azurduy, en Jujuy.

Benavídez es un artista particular, casi sin formación académica, ingresó al mundo escultórico en su juventud, casi por erros, casi como un juego, pero fue recién a los 38 años cuando comenzó a dedicarse a pleno en medio de una crisis laboral.

El escultor también ha llevado su arte más allá de las fronteras argentinas, con creaciones como la escultura de Maurice Ferré en Miami, el monumento a Louis Daguerre, creador del daguerrotipo, en Francia y la representación de San José y el Niño Jesús en Uruguay.

Su camino comenzó con una estrategia de oferta y demanda a pequeña escala en su provincia, llevada adelante por su socia y esposa Adriana García de Benavidez, con la Serie Homenaje, que en la actualidad reúne a un conjunto de 41 bustos de 20 centímetros que representan a personalidades influyentes de diversos ámbitos culturales.

“Empecé con pequeños bustos de diferentes personajes. Mi cualidad es poder sacarlos parecidos y que tengan algo del carácter. O sea, no solo el parecido, sino qué me dice. No es que se me ocurrió, salió así. Como no tengo academia, me adentro en lo que me gusta mucho. Es más, si no tengo información de la persona no lo voy a poder hacer porque en realidad no me seduce. Necesito algo para contar. Cuando eso pasa por las manos del artista ya es algo único. Ennobleces la historia, como el que hace una película o un corto y cuenta algo muy pequeño de una historia muy perdida en algún lado. El tema siempre es ¿cómo lo contás? Yo hago lo mismo”, dice.

El artista se mudó a Buenos Aires en 2011, “con una mano atrás y otra adelante” para probar suerte: “Me propuse tener una fundición de bronce. La tuve en Ingeniero Maschwitz y ahí hicimos el monumento a Perón que inauguró Macri, el de Alfonsín de La Plata, la Eva Perón para Los Toldos, el Astor Piazzola de Mar del Plata. Después nos separamos de mi socio, que era de la parte que fundían, y me vine a San Telmo”.

Empezaste con los bustos de la Serie Homenajes, ¿cómo fue el paso hacia la escultura monumental?

— Bueno, esa fue la carta de presentación. Adriana se encargó de toda la parte de venta y comercialización, ofreciendo personajes según los intereses de algunos posibles clientes. Después venía gente y veía una escultura, preguntaban por otro y así seguí. Me empezaron a encargar algunas piezas en Córdoba y después participé de la escultura de Mercedes Sosa, que fue el primer concurso que gané, desde Córdoba, para La Plata. Ahí ya empecé a tener una visualización. Como yo había tenido empresas, siempre me manejé con mi contador y mi abogado. Entonces cuando vine a Buenos Aires lo primero que hice fue inscribirme y me busqué un contador y un abogado para funcionar como empresa. Ahí me di cuenta de que los artistas eran todos unos bohemios, ninguno estaba inscripto legalmente. Cuando gané el concurso de Perón, éramos 15 y había uno solo que lo estaba y encima no era escultor, sino que tenía una empresa que hacía muñecos. Eso también me facilitó el camino.

— Cuando viene el pedido siempre vas a tener una interpretación del personaje, vas a hacer una escena. Es como que tenés que escribir un libro, pero antes tenés que leer un libro sobre tal o cual. No vas a escribir igual sobre los dos. De uno vas a hablar maravillas y del otro vas a hacer una investigación muy seria, vas a contar también las cosas negras y las cosas que no te gustan. Ahí, se puede ser totalmente agresivo o muy sutil. Yo elijo poner alguna parte simbólica. Es sutil, no lo vas a percibir porque vas a ver al personaje. Hago una interpretación de artista. ¿Por qué le puso la mano en el bolsillo?, son detalles.

En la historia del arte hay todo un simbolismo del uso de las manos, de hecho. Ahí vas a un lenguaje más academicista.

Proponés lecturas ocultas, de alguna manera. Eso es muy del arte contemporáneo, aunque tu quehacer está más anclado en la figura, aunque simbólica, que en lo que no se dice.

¿Cómo abordás la escultura contemporánea más objetual?

Estás en conflicto con parte de lo que se llama arte contemporáneo, claramente, por lo menos, en lo escultórico.

Bueno, por un lado, hay una lectura histórica sobre la transformación del objeto desde Duchamp para acá hasta el arte contemporáneo. Por otro lado, la escultura del personaje histórico comienza en la antiguedad y más acá en el tiempo con la creación de las naciones y la necesidad de un relato aglutinante, con la creación de ciertos símbolos, ideas, etcétera. Con el paso del tiempo y una separación del arte de la Iglesia, del Estado, aparecen las Mercedes Sosa, los Maradona. Ocurre una traspolación sobre lo que significa culturalmente un personaje que llegó a las masas, se produce una escisión.

Un artista genuino lo va a contar a su modo y como considere que le guste, hay que hacerlo para uno primero. Después lo expongo o puedo guardarlo como han hecho muchos. Hay obras que no se hacen para vender, sino para mostrar. Y si me animo a exponerme puede haber una crítica, buena o mala. Todo eso puede pasar y te duele porque que salga una nota en un diario importante diciendo “la obra de Benavídez realmente es una basura”. Y te da ganas de contestarle. No le podés contestar porque ya te expusiste, ya no es tuyo. Por eso yo siempre digo que hay una valentía a la hora de mostrar, como un tipo que se sube a un escenario a hacer una obra de teatro, a hacer un monólogo. Porque la crítica después puede ser dura, que no quiere decir que sea objetiva, claro.

A mi me encontrás trabajando en mi taller o en un bar, en el bar más que nada, pero no en una exposición. Porque por ahí tengo que cortar muy temprano, porque las inauguraciones son a las seis. Voy a algunas, el finde de semana.

Voy, veo. Mi hijo es curador de arte, aparte de estar trabajando en eso, es músico, y a veces tenemos estas charlas. Y voy porque no quiere decir que el tipo que esté detrás de esa obra, que por ahí a mi me parezca mala, no sea un buen artista. Lo que pasa es que a veces, por querer seguir la línea de lo que se está haciendo, terminan haciendo eso. Conozco a muchos que cuando ves sus trabajos anteriores decís “sos un dibujante de puta madre”, pero no es lo que se vende. Entonces, están pensando en la parte comercial, que puede pasar y no reniego de eso. Eso me parece correcto hacerlo. Es como ser músico y que te guste el rock y en los tiempos libres tocas en una bandita, que no pagan nada, y tenés que incluso pagar para tocar, pero a la vez hacés cumbia villera, que no te gusta, por que es donde sí pagan. Está bien, se pueden hacer las dos cosas. No está mal. En este punto no ataco a los artistas, pero estaría bueno que se fomente también que los artistas realmente puedan vivir del arte que quieren hacer.

Sin dudas. También es una decisión propia, y tiene que ver con la característica de cada uno, ¿no? Mi personalidad es ir siempre al frente, nunca me quedo. No importa en qué situación esté. Siempre trato de aprender de mis errores. No he dicho que gano, pero aprendo. Nunca pierdo. Yo creo que eso está bueno tomarlo, pero es mi característica. No puedo trasladarlo a otro porque no solo lo piensan distinto, quizá también lo sienten distinto. Pero sí está bueno poder transmitirlo. También acá han venido algunos artistas, pibes que a veces me dan una mano cuando yo tengo algún laburo grande y siempre les digo: “Mirá la técnica en un tutorial. Entrá a internet, tenés todos los tutoriales, aprende”. Yo te voy a contar la historia. Qué me pasó a mí con esta escultura. Cómo investigué el personaje, me pasaron muchas cosas hasta llegar a esa pieza o qué pasó en el medio. Pero a tu obra la tenés que hacer vos con lo que te pasa.

Fuente: telam

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