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13/04/2025

Historias desconocidas de Eduardo Galeano: de su colección de chanchitos a sus asados “de pintor”

Fuente: telam

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>Coleccionista de “chanchitos” con los que se identificaba -al punto de firmar con uno-, anfitrión de asados en los que la parrilla era “una paleta de pintor” y dueño “en sentimiento” del café que bautizó como su “otra casa”: así recuerdan, a diez años de su partida, al entrañable periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano.

“En este país, poco les preocupa”, insiste mientras se pregunta por qué hay más bibliotecas, escuelas, centros culturales y calles con su nombre en Argentina y en pueblitos de España que en Uruguay, cuando “no hay duda” de que Galeano fue un montevideano “de raigambre uruguaya”.

Chanchitos y asados de pintor

Para ejemplificarlo, dice que “ir a comer un asado a la casa de Galeano no era solamente comer, chacotear y tomar unas copas” sino “ver en el parrillero cómo estaba presentada la comida”.

“No era tirar los chorizos, las tiras de asado, las colitas (de cuadril). Era todo una paleta de pintor cómo se presentaba y eso era en toda su vida cotidiana”, rememora Weinberg sobre unos asados en los que, también detalla en un perfil el periodista Roberto López, convertía el acto de encender la parrilla en un rito que llamaba “la rompida del fuego”.

“Siempre coleccionó chanchitos”, asegura Mactas, quien explica que decía que se solidarizaba con los cerdos “porque eran sinónimo de insulto, de asqueroso, muy vilipendiados” y por eso su firma era uno comiendo una flor, como ‘Ferdinando el toro’, un cuento que le contaba de niña y que ella considera “una obra maestra”.

También, como parte de esa identificación con los chanchos, no comía cerdo, algo extraño en quien, según describe el perfil de López, era “un carnívoro contumaz”, pero que, acota su hija, tuvo que dejar la carne roja tras sufrir un infarto en 1984.

Como todo visitante se da cuenta ya tras dar un simple vistazo a sus paredes, entrar al Café Brasilero es entrar al café de Galeano, al punto de que, como cuenta su administrador, Santiago Gómez, darle al autor un café y un jugo de cortesía era una de las curiosas condiciones del contrato de alquiler que firmó con sus dueños cuando comenzó a gestionarlo, 16 años atrás.

“Tenían tanta afinidad con Galeano, que estaba todo el tiempo acá, que en el contrato querían seguir las prioridades que marcaron y eran, primero que tenía una mesa especial y segundo que siempre tenía un café y un jugo de invitación”, acota sobre un beneficio “simbólico” que él no usaba, porque pagaba siempre.

“Para él era una extensión de su casa”, insiste el administrador del café al redondear que hasta hoy muchos visitantes dejan allí dibujos o regalos alusivos a Galeano, el hombre detrás del escritor que, apunta Gómez, “mientras que el Café Brasilero abierto, siempre va a estar presente”.

Fuente: EFE

Fuente: telam

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