06/04/2025
Por qué Ecuador es uno de los países más biodiversos del mundo

Fuente: telam
Con una riqueza natural que desafía su tamaño, la nación sudamericana alberga una de las mayores concentraciones de vida silvestre del planeta, pero conservar semejante patrimonio supone enormes desafíos en un contexto de deforestación, minería y cambio climático
>La mañana en la Amazonía ecuatoriana despierta con un estruendo de vida: el rugido distante de un mono aullador, el coro de cientos de aves y el zumbido de miles de insectos ocultos entre el follaje húmedo. Esta sinfonía natural ilustra por qué Ecuador, a pesar de su diminuto tamaño, está considerado entre los diez países más megadiversos del planeta. Una sola hectárea de la selva del Yasuní puede albergar 655 especies de árboles –más que todo Estados Unidos y Canadá combinados– junto a una deslumbrante variedad de ranas, aves y mamíferos. Escenas así se repiten de la cumbre de los Andes a las costas del Pacífico, reflejando una riqueza biológica única en el mundo.
De hecho, Ecuador supera a países muchísimo más extensos en número de especies. Por ejemplo, según el Instituto Nacional de Biodiversidad de Ecuador (INABIO), cuenta con 1.684 especies de aves (frente a 1.036 en Estados Unidos, según el Cornell Lab of Ornithology) y, según AmphibiaWeb, 688 de anfibios (frente a 345 en territorio estadounidense). Estas cifras le han valido un lugar destacado en evaluaciones científicas como el índice BioD, que lo ubica consistentemente en el top 10 mundial en cuanto a riqueza de especies. No es de extrañar, entonces, que Ecuador sea reconocido internacionalmente como uno de los 17 países megadiversos del planeta, como consta en el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB).
Tres de los diez principales hotspots (puntos calientes) de biodiversidad del mundo se hallan en Ecuador, de acuerdo a la Conservation International y WWF: los densos bosques lluviosos del Chocó, las vertientes andinas externas rebosantes de orquídeas y anfibios, y las selvas del nororiente amazónico. En conjunto, esta geografía privilegiada hace que Ecuador exhiba el mayor número de especies por kilómetro cuadrado a nivel mundial, como lo constantan datos oficiales del Ministerio de Ambiente y del INABIO.
En la región amazónica oriental, el Parque Nacional Yasuní encarna un tesoro biológico de valor planetario. Investigaciones recientes –como la de Margott S. Bass del 2009– lo señalan como posiblemente el ecosistema más diverso del mundo en anfibios, reptiles y árboles. Se han registrado más de 270 especies de reptiles y anfibios conviviendo en Yasuní, cifra récord global, junto con jaguares, delfines rosados y decenas de especies de primates. Basta una hectárea de su selva para encontrar hasta 100.000 especies de insectos, un número asombroso que habla de procesos evolutivos milenarios.
En los Andes ecuatorianos, la biodiversidad desafía la lógica de las alturas. Los páramos, como se conoce a las praderas frías de alta montaña, albergan osos de anteojos, cóndores andinos planeando sobre cumbres y plantas adaptadas a condiciones extremas.Descendiendo por las laderas andinas, cada piso altitudinal revela nuevos conjuntos de especies. Los bosques nublados de la vertiente oriental y occidental son verdaderos laboratorios evolutivos, hogar de colibríes multicolores, ranas arbóreas endémicas y una inmensa variedad de plantas.También abundan aves emblemáticas: el quetzal, el gallo de la peña andino, y decenas de colibríes. Ecuador registra alrededor de 132 especies de colibrí, la cifra más alta de cualquier país, de acuerdo a los registros del Ministerio del Ambiente. Esta riqueza andina se conecta con conocimientos ancestrales: pueblos indígenas, como los kichwa y los shuar en estribaciones montañosas, han identificado y usado por generaciones la diversidad medicinal de estas plantas y animales, integrando la biodiversidad en su cosmovisión.
Las Galápagos fueron el catalizador de la teoría de la evolución de Charles Darwin en el siglo XIX, un recordatorio de cuán valioso es este patrimonio natural para la ciencia mundial. Hoy, las islas siguen considerándose un laboratorio único de la vida: sus aguas protegen reservas de tiburones martillo, tortugas marinas y corales, mientras que en tierra firme cada isla alberga subespecies propias, desde las tortugas gigantes hasta los cormoranes que perdieron la capacidad de volar.
Por supuesto, esta abundancia enfrenta graves amenazas. La principal es la deforestación: durante décadas, Ecuador tuvo una de las tasas de pérdida de bosques más altas de América Latina, con más de 60.000 hectáreas de selva taladas cada año para dar paso a la agricultura, ganadería o explotación petrolera, según cifras oficiales. Aunque políticas recientes han logrado reducir ligeramente ese ritmo (a unas 47.000 anuales en el periodo 2008-2014), la desaparición de bosques continúa fragmentando hábitats críticos, especialmente en la Amazonía y el Chocó.La minería a gran escala es otro desafío emergente: la apertura de minas de cobre y oro en zonas megadiversas, como los bosques nublados de Intag o la cordillera del Cóndor en la frontera con Perú, amenaza especies endémicas que habitan únicamente esos ecosistemas aislados.En Galápagos, los corales sufren blanqueamiento durante episodios de aguas cálidas, y especies como el pingüino están en declive debido a la variabilidad climática que afecta su alimento. Una amenaza particular en islas (y cada vez más en el continente) son las especies invasoras introducidas por el ser humano.
Frente a estos retos, Ecuador despliega múltiples estrategias de conservación. Su Sistema Nacional de Áreas Protegidas protege aproximadamente 20% del territorio nacional en 60 reservas y parques, incluyendo joyas como el Parque Yasuní, la Reserva Marina de Galápagos, la Reserva Cotacachi-Cayapas en el Chocó y el Parque Podocarpus en los Andes australes.
Adicionalmente, el país ha adoptado figuras innovadoras como las Reservas de Biósfera de la UNESCO: ya son siete reservas de biósfera que integran comunidades locales en la gestión sostenible de vastas zonas (sumando más de 3 millones de hectáreas protegidas). Un componente crucial ha sido la participación de los pueblos indígenas en el cuidado de sus territorios ancestrales, muchos de los cuales coinciden con zonas de alta biodiversidad. En la Amazonía, por ejemplo, el territorio Waorani y la Zona Intangible Tagaeri-Taromenane dentro del Yasuní establecen áreas donde se prohíben totalmente las actividades extractivas, garantizando los derechos de pueblos en aislamiento voluntario y al mismo tiempo creando un refugio para la naturaleza prístina.En años recientes, Ecuador también ha innovado con mecanismos financieros verdes a gran escala. En 2023 concretó un canje de deuda por naturaleza que destinó alrededor de 450 millones de dólares a un fondo permanente para la conservación de Galápagos, considerado el mayor acuerdo de este tipo en la historia, que ayudará a proteger las aguas donde se alimentan tortugas marinas, tiburones y aves marinas endémicas. Inspirado por ese éxito, a finales de 2024 se anunció un segundo canje de deuda enfocado en la Amazonía, creando el Fondo Biocorredor Amazónico para financiar corredores ecológicos en colaboración con comunidades locales.Fuente: telam
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