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06/04/2025

“El casero”: el nacimiento de un asesino y un viaje a lo más sombrío de la condición humana

Fuente: telam

Comienzos de los 80, Malvinas, fin de la dictadura y la aparición de un monstruo con aspecto de hombre común. Esta novela cierra una trilogía. Aquí su autor reflexiona sobre el poder y la crueldad

>Cuando se cumplieron 40 años del golpe militar del 76′, Estela de Carlotto, una mujer lúcida que suele responder más allá de lo que se espera de ella, hizo algunas preguntas que son quizá fundamentales para intentar entender los tiempos que hoy vivimos, en donde pareciera necesario ‒en el presente‒ volver a dimensionar aquel horror: ¿por qué permitimos que ocurriera? ¿por qué una mayoría silenciosa e indiferente, miró impávida cómo se llevaban a sus vecinos, incluso a sus propios parientes? ¿Hasta dónde podemos seguir culpando por esa indiferencia al enorme aparato publicitario de la Junta que adormecía las conciencias?

Nada puede alterar la huella de una sensación. Una de ellas es el brazo de mi padre en el hombro cuando íbamos por la calle, una tensión inconfundible de temor, de que no alcanzaba con su presencia para protegerme. Y un recuerdo concreto: cuando un grupo de tareas se llevó a unos estudiantes que vivían en el pasillo de al lado. Usaron nuestra terraza para llegar hasta ellos. Hombres armados cruzando el patio y subiendo las escaleras, y mi viejo guiándolos en la oscuridad. Conocíamos a esos jóvenes. Nunca se volvió a hablar del tema.

Creo entender lo que pregunta Carlotto, y en esa dirección se juegan las ficciones en las que trabajé con mis últimas tres novelas. En La Rote Kapelle (Aurelia Rivera, 2019), es la mirada de un adolescente que intenta, con la composición de una historia personal, entender las pérdidas ‒siempre se trata de entender‒, y el dolor provocado por ellas. Un dolor involuntario, de felicidad arrancada que se irá regenerando, si eso es posible, con el paso del tiempo hacia la memoria. Reconstruir la historia con ficción, tapar los huecos de los recuerdos que se van borrando, es una forma de sobrevivir al olvido. En El país está lleno deEn El casero (Aurelia Rivera, 2025), los principios de los años ochenta corren por detrás como una escenografía teatral, un rollo móvil de imágenes y voces que contextualizan el nacimiento, nada más y nada menos, que de un asesino. Lejos de la complejidad y la sofisticación de los asesinos clásicos o de las sagas de caníbales seriales, se trata justamente de un hombre común. Alguien que puede ser cualquiera, incluso uno mismo: “Tres días después seguían sin pistas. Habían peinado la ciudad, el identikit había salido en todos los noticieros. A veces lo sacaba del expediente y lo miraba. No parecía real, pero era él. Lo habían visto hasta el cansancio y sin embargo había costado encontrar el dibujo perfecto. Tenía una cara tan común que no podían acertar en los detalles para consolidar una identidad. Era todos. Podía ser cualquiera”.

Si la ficción es un espejo a donde nos podemos ver, el reflejo que devuelve El casero es una prueba incómoda. Como dice la contratapa, se trata del pasaje a una expedición indeseada, un viaje a lo más sombrío y elemental de la condición humana. Por detrás estalla la guerra de Malvinas, la inconsciencia colectiva festejando averías y hundimientos, la visita de Juan Pablo II, los mitos de una guerra que se llevaba adelante lejos de las ciudades y de la verdad; en definitiva, el comienzo de la agonía de un régimen que se destruía a sí mismo con sus inconsistencias y sus torpezas. Y por otro canal el nacimiento del monstruo.

Más allá de lo que le otorga esa condición, es interesante pensar cuáles son las fuerzas que lo habilitan, de qué somos capaces cuando algo que creemos superior nos da vía libre para la crueldad. El protagonista va descubriendo que puede hacerlo. Que puede transgredir el pacto natural de la vida, porque otros le han mostrado que es posible hacerlo. Es más, quizá es necesario y absolutamente legítimo deshumanizarse a sí mismo para deshumanizar al otro. Por otra parte, El casero cumple con la obligación artística de poner en perspectiva la historia para debatir el presente. ¿Acaso no está de moda hoy la crueldad? Mientras se va desdibujando, no ya el límite del otro, sino su propia silueta, es preciso mirarnos en el espejo de esta ficción. Una hoja brillante que devuelve una pregunta que se suele hacer a los demás. ¿Estamos dispuestos a matar porque sí?

Fuente: telam

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