31/03/2025
Cuando Juan Gelman encontró a su nieta: a 25 años de un abrazo que llegó después de dos décadas de búsqueda tenaz, cartas y poesías

Fuente: telam
El 24 de agosto de 1976 un grupo de tareas irrumpió en la casa del escritor y se llevó a su hijo y a su nuera, embarazada de siete meses. Desde ese momento, él concentraría todos sus esfuerzos en encontrarlos
>“Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. Él estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti (...). Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron —y a vos con ella— cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar —así era casi siempre— a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después”.
Gelman no lo sabía pero para ese ansiado encuentro no faltaba tanto.
Era 31 de marzo del 2000, hace exactamente 25 años. Era cruzando el charco, en Uruguay. Lo que el poeta ya había averiguado. Habrá sentido sus vísceras retorcerse de nervios, su estómago hecho un nudo de miedo. Le habrán sudado las manos. La garganta se le habrá sellado, habrá vibrado. O tal vez no.
“Yo había pedido una reunión con el presidente Jorge Batlle y él, dando muestras de una sensibilidad y una humanidad que se confirmaron a lo largo de la entrevista, aceptó que esta tuviera lugar”, dijo Gelman a la prensa en un encuentro breve en el que confirmó que, después de más de dos décadas, había encontrado a su nieta, nacida en Montevideo en 1976.
“Hace mucho que estoy en la búsqueda de mi nieta. (...) Y he confirmado que la persona que busco ha nacido en el Uruguay, que está en el Uruguay y que es querida por sus padres, a quienes quiere. Y hasta aquí llego, porque quiero preservar la intimidad de esta persona”.“Hoy es un día muy importante —dijo Batlle, también emocionado— más allá de posiciones políticas, de matices o de credo o religión, porque se logró que un abuelo se reencontrara con su nieta”.
Después de veinticuatro años de búsqueda Macarena tenía un abuelo poeta y Gelman una nieta uruguaya.Era 14 de enero de 1977, era la noche, cuando en la casa del matrimonio Tauriño Vivian, integrado por un policía uruguayo y su esposa, en Montevideo, sonó el timbre. Al abrir la puerta, como si fuese una película, se encontraron con un bebé en una canasta con una nota. Era Macarena. Eso es lo que le contaron.
Un día, 23 años después, Macarena volvió a su casa y se encontró con su madre envuelta en un llanto desconsolado. Habían pasado cuatro meses desde la muerte de su padre. Cuando le preguntó qué le pasaba, le dijo que tenía que hablar con ella. La vio tan abatida que decidió faltar a su trabajo y quedarse a escucharla.En ese momento su madre adoptiva le dijo que tenía un abuelo que la estaba buscando. Y Macarena comenzó una vida nueva. Una identidad nueva a la que abrazaría para siempre.
“Mis papás biológicos tenían 19 y 20 años. Eran argentinos. Vivían en Buenos Aires. Los secuestran el 24 de agosto de 1976″. “Tanto en ese momento como después —dijo en la entrevista para El País Semanal—, siempre pensé que la verdad era mejor que cualquier otra cosa”.Era 24 de agosto de 1976 cuando un grupo de tareas irrumpió en la casa de Juan Gelman. El escritor les había ganado de mano: ya estaba en el exilio. Pero los militares se llevaron en su lugar a su hijo, Marcelo Ariel Gelman, y a su esposa, María Claudia García Iruretagoyena, embarazada de siete meses.
El mismo año había sido secuestrada su hija, Nora, pero la dejarían en libertad poco tiempo después. Su hijo y familia a punto de expandirse no habían corrido esa suerte.Un año antes de que se los llevaran, en 1975, Gelman había sido enviado al extranjero, como parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que se habían fusionado con Montoneros, para denunciar las violaciones a los derechos humanos perpetradas por la Triple A durante el Gobierno de Isabel Perón. Y siguió vinculado a la organización de lucha armada hasta 1979. Cuando el operativo conocido como “Contraofensiva montonera” fracasó, Gelman decidió alejarse y dedicó todo su tiempo a la búsqueda de su familia, a la escritura, a sus palabras hechas arte en las que drenaba un poco del dolor que le provocaba la ausencia.
Habían pasado trece años desde el día en que se los llevaron cuando tuvieron la primera certeza: en 1989 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Marcelo Gelman en el río San Fernando, la zona norte del Gran Buenos Aires, dentro de un tambor de grasa lleno de cemento. Había sido asesinado el 14 de septiembre de 1976. Más adelante, el poeta averiguaría que su nuera había sido trasladada a Uruguay, país donde a comienzos de noviembre había parido a una niña.
Era 1998 cuando decidió llevar el caso a la Justicia federal argentina para que sea considerado en la causa que comenzaba a indagar el robo de bebés durante la dictadura, impulsada por las Abuelas de Plaza de Mayo. Simultáneamente, avanzaba en Buenos Aires otra investigación judicial que brindó más pruebas respecto al destino de los desaparecidos y de unos 200 menores apropiados: la causa conocida como Plan Cóndor, en la que se investigaba el accionar represivo llevado a cabo en conjunto por las Fuerzas Armadas de Argentina y las de países vecinos.
Al año siguiente, en 1999, Juan Gelman viajó junto a Mara La Madrid, su esposa, a Montevideo para comenzar a tejer una trama de contactos en el país. Y solicitó la colaboración del entonces presidente uruguayo Julio María Sanguinetti. El mandatario negó que su país hubiera estado involucrado en el robo de menores. “En Uruguay nunca hubo casos de niños secuestrados como en la Argentina”, declaró. Gelman no le creyó. Solo un mes después, en mayo, habían logrado averiguar que María Claudia había tenido una niña mientras estaba secuestrada en Montevideo.
Luego de ocho meses de buscar hasta debajo de las piedras del suelo uruguayo, Gelman publicó una carta abierta dirigida a Sanguinetti. A partir de ahí su causa se visibilizó aún más y el presidente uruguayo comenzó a recibir cartas de todas partes del mundo. Hubo miles de firmas, 115 poetas de 71 países. Todos pedían respuestas sobre el paradero de la nieta del autor argentino. También los Premios Nobel José Saramago, Adolfo Pérez Esquivel, Dario Fo, Rigoberta Menchú, Günter Grass, Seamus Heaney y Wole Soyinka se plegaron al reclamo.
“A mi mamá la trasladan acá, a Montevideo. Era noviembre de 1976, según he podido saber. Nos tienen un tiempo juntas, al menos hasta el 22 de diciembre. El parto fue acá. Se presume que en el Hospital Militar, aunque nadie lo confirmó. Me dijeron que el parto fue el 1° de noviembre. Es la fecha más probable. Además, cuando me dejan en la puerta de mis papás, lo hacen con un cartelito dando esa fecha de nacimiento. Presumo que no es mentira, aunque tampoco tengo toda la certeza del mundo. Después del 22 de diciembre, última fecha en la que nos ven juntas y viva a mi mamá, ya no se sabe nada hasta el 14 de enero, día en que me dejan en la puerta de la casa de mis papás” —contó Macarena en 2008 a El País Semanal.
Ella creció mirando al Río de la Plata del otro lado. Caminando la Rambla montevideana, sin imaginarse el vuelco que, a sus 23 años, daría su vida. Estudió Bioquímica en la Universidad de la República —aunque luego cambiaría de rumbo— y se unió a la militancia estudiantil, pero se consideraba algo ajena a los asuntos políticos nacionales, hasta que supo que ella no era quien creía que era. Que su familia no era quien creía que era.
Macarena estaba aturdida. No podía procesar lo que escuchaba. Lo que su madre, que no era su madre, le decía. Corrió a Internet y descubrió que sus padres biológicos eran argentinos, que su abuelo era un poeta conocido mundialmente y vivía autoexiliado en México desde donde reclamaba la recuperación de esa nieta, sangre de su sangre, que le habían robado.
“Cuando me senté a hablar con él [Galimberti], lo primero que me contó fue la historia de la Operación Cóndor, que había consistido en la coordinación de las fuerzas represivas de América Latina. (...) Me contó todo lo que mi abuelo había podido averiguar. Lo que él sabía. Que a efectos de confirmar mi identidad había que hacer una prueba de ADN, cosa que yo manejaba perfectamente (...). Y, bueno, me dijo que lo mejor era ir aproximándome a mi abuelo, al principio, no de forma directa sino con cierta prudencia, durante un tiempo. Siempre a través del obispo. Me consiguió una carpeta con fotos de mi abuelo. Enseguida me enteré de que había habido una gran campaña pública internacional para buscarme que contó con el apoyo de muchísima gente, pero yo no me había enterado de nada”, contó Macarena.
Después de conocer a su abuelo, en el 2000, Macarena se realizó la prueba de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos argentino y despejó toda duda: “al 99,99 por ciento de probabilidades era yo”, dijo.
A sus 23 años, Macarena, que se convirtió en la nieta restituida número 67, descubrió una nueva vida que le trajo otros niveles de consciencia respecto al pasado reciente de su país y de la región: se enteró de los crímenes de lesa humanidad, de los secuestros y torturas, de los centros clandestinos. Y se volvió militante de derechos humanos. Se involucró en política.
Conoció y disfrutó de su abuela paterna, quien vivió hasta 2020. Conoció primos y tíos en Buenos Aires, por parte de su padre, y en Barcelona, por parte de su madre. Primos de sus padres y amigos que fueron familia para ella. Personas que la abrazaron y la ayudaron a reconstruir su historia.
Después de haber recuperado su identidad inició un juicio para cambiarse el apellido y pasó a ser, formalmente, Macarena Gelman García Iruretagoyena. Su nombre, ese que le había puesto su madre adoptiva, lo conservó. Quizás ahí, en la combinación de lo que más hace a la identidad de una persona —el nombre, el apellido— haya encontrado una suerte de síntesis de su vida. De ella misma.
***
El 31 de marzo de 2000 Batlle admitió a la prensa que la mayor parte de la información para encontrar a Macarena había sido brindada por el poeta. Él puso la voluntad política para que eso sucediera.
Mientras Gelman, ese mismo 31 de marzo, hace 25 años, no cabía dentro de sí mismo: “Podrán imaginarse lo que significa esto para cualquier ser humano. Yo mismo puedo sentirlo; soy abuelo”.
Fuente: telam
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