14/03/2025
La historia de una escuelita correntina en el borde del mapa: desafíos y solidaridad a la vera del Río Uruguay y a un paso de Brasil

Fuente: telam
Mónica Agoltti, maestra y directora de la Escuela de Frontera C.A.S N°12, del paraje Totora comparte sus vivencias con los alumnos y habla sobre el rol que cumple la institución en la comunidad. Mucho más que un aula, es un refugio, un punto de encuentro y un motor de cambio. Cada 14 de marzo se celebra en la Argentina el Día de las Escuelas de Frontera
>Cada mañana, Mónica Agoltti atraviesa los caminos de tierra que la llevan hasta uno de sus lugares favoritos, la Escuela de Frontera C.A.S N°12 de Monte Caseros, Corrientes, donde es maestra y directora. A su alrededor, el paisaje es una postal donde abunda lo verde: campos infinitos, eucaliptos que se mecen con el viento y dejan al paraje Totora extasiado con su aroma.
Cada 14 de marzo, se conmemora en Argentina el Día de las Escuelas de Frontera en homenaje a la creación del Programa Nacional de Escuelas de Frontera, establecido en 1972 con el objetivo de garantizar el acceso a la educación en zonas limítrofes del país. Estas instituciones cumplen un rol fundamental en la integración cultural y social de comunidades alejadas de los grandes centros urbanos, muchas de ellas con alta presencia de pueblos originarios y diversidad lingüística. Por eso, la fecha busca visibilizar la importancia de estas instituciones y el esfuerzo de docentes y alumnos que enfrentan desafíos particulares, como la lejanía, la falta de infraestructura y las dificultades climáticas.
La geografía no es el único desafío para las tres docentes y los 36 alumnos y alumnas que ingresan a las 7:20 y se retiran al mediodía luego de almorzar. Durante los veranos, el calor seco es abrasador, y las temperaturas a veces superan los 40 grados. En invierno, el frío se hace sentir con marcas térmicas que llegan a los 5 grados. Antes, en las aulas que eran precarias y de material liviano se sentía como un golpe.“Era insoportable, en verano un horno, en invierno helado. Los chicos no podían aprender en esas condiciones”, recuerda la mujer de 52 años. Pero gracias a la ayuda de los padrinos del programa ACAS (que construye escuelas de frontera y desarrolla proyectos educativos) y de donaciones, la escuela logró ampliarse, sumando aulas nuevas y un jardín de infantes. “La educación depende de la comodidad y el bienestar de los chicos. Ahora pueden disfrutar un espacio más lindo y digno”, cuenta la docente correntina sobre la escuela de Totora, cercana a Bella Unión, Uruguay, y Barra do Quaraí, Brasil.El establecimiento, de categoría rural, fue evolucionando con el tiempo. “Cuando llegué, la escuela solo tenía una sola aula de material viejo y era de personal único. Hoy tenemos 36 alumnos en total y hemos conseguido ampliar las instalaciones”, dice con orgullo. Gracias a la colaboración de padrinos, lograron sumar una nueva sala para los alumnos de segundo ciclo y un jardín de infantes con más comodidades.
“Estamos tan agradecidos con quienes nos ayudan, porque sin ellos no podríamos haber logrado estas mejoras”, agrega sobre la escuela que fue fundada en 1917 por Cándida Silvera de Silva, quien comenzó el proyecto escolar dentro de su casa, en el campo de sus padres y lo llevó adelante durante 30 años.Mónica no solo es directora, sino también maestra de grado. Su vocación, que prácticamente nació con ella, es inquebrantable. “Me gusta enseñar a los más chiquitos. Para una maestra, la mayor satisfacción es cuando leen y escriben sus primeras palabras”, dice con emoción la docente que cada día viaja 9 kilómetros para dar clases y organizar los detalles escolares.
En esta escuelita, que tiene a niñas y niños de Jardín de Infantes a Sexto Grado, la educación trasciende los libros y cuadernos para insertarse más allá: es un lazo de comunidad. Padres y vecinos colaboran con rifas y donaciones para mejorar el lugar, la interacción entre la treintena de familias es constante y la conexión entre ellos y las maestras es profunda. “No somos solo maestros, también ayudamos a las familias en lo que necesitan. Vemos sus realidades”, afirma.Las escuelas de fronteras del programa ACAS reciben el apoyo de madrinas y padrinos solidarios que, año tras año, colaboran con materiales, útiles y regalos para los alumnos. “Nosotros tenemos una madrina que es de Amistad, Santa Fe. Se llama Mabel Angelucci y nos ayuda mucho porque entiende lo difícil que es sostener una escuela en una zona rural. Para ellos no es solo lo material, sino lo espiritual también. Nos mandan mensajes, videos, y los chicos sienten ese cariño constante”, dice agradecida.
Los desafíos continúan. La escuela sigue creciendo y con ella las necesidades. “Siempre estamos en busca de mejoras. El año pasado logramos que nos construyan un escenario para los actos escolares. Ahora estamos juntando fondos para instalar cámaras de seguridad”, detalla Mónica.El camino a la escuela es largo y, a veces, difícil. Pero Mónica lo transita cada día con la certeza de que allí, en esa pequeña escuela rodeada de campo y de una comunidad que vive del trabajo agrícola y del cultivo de cítricos, está haciendo la diferencia.
Fuente: telam
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