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13/03/2025

El joven que rescató a cuarenta personas de la inundación de Bahía Blanca en una moto de agua: “Lo que veía era una catástrofe”

Fuente: telam

Lucas Bruna tiene 36 años y un hijo de siete. El 7 de marzo se encontraba por trabajo en Bahía Blanca cuando un feroz temporal inundó la ciudad. Se dirigió a la esquina para sacar una foto y entendió que debía actuar de inmediato para ayudar a los más afectados. El operativo que montó en cinco minutos con ayuda de los vecinos y las horas que ambos pasaron horas buscando gente que lo había perdido todo

>Lucas Bruna se asomó a la esquina de la casa de sus padres seguro de que lo que iba a hacer era tomar algunas fotos, grabar algún video con su teléfono celular. Sabía, porque lo escuchó golpear en el techo del quincho en el que dormía, que el temporal estaba en marcha. Había escuchado que su Bahía Blanca natal iba a ser epicentro de un fenómeno climático difícil. Pero nada de todo lo que había imaginado se parecía a lo que vio cuando llegó a la esquina.

“¿Qué foto ni qué foto?”, dice Lucas, de 36 años, que pensó cuando vio esa marea que crecía salvaje en las calles de su ciudad. Y se acordó de Nicolás Álvarez, un vecino de esos que se conocen y se aprecian desde hace mucho tiempo aunque no lleguen a ser amigos. “Lo fui a buscar porque él tiene moto de agua. Había que sacar a la gente de sus casas”, repasa.

“Cuando llegué a lo de Nico ya no había luz, no andaban los timbres, así que aplaudí hasta que salió. Le dije que teníamos que salir a hacer salvataje y no lo dudó. No tenía su moto en su casa, pero sí la de un conocido, y la llave. Eran como las diez de la mañana cuando empezamos”, se acuerda Lucas.

La mecánica se repetía: iban juntos en la moto de agua que Nicolás conducía. Lucas bajaba a las casas, rompía vidrios para entrar si hacía falta, rescataba de a una persona, la subían a la moto, Nicolás llevaba a esa persona hasta un punto seguro -por su altura y porque circulaban por allí autos que pudieran continuar el rescate de esa persona- y volvía a buscar a Lucas. Juntos iban hasta la próxima casa en la que hubiera que rescatar a alguien. Cada veinte o treinta minutos recargaban nafta: no ponían demasiada porque había que evitar el sobrepeso.

No tardaron nada en decirse que Nicolás era el capitán y Lucas era el marinero, que eran un equipo, que necesitaban el uno del otro y que tenían que estar seguros de que no corrían riesgos innecesarios para poder no sólo mantenerse con vida -nada menos- sino también sostener ese operativo que montaron enseguida.

“En cinco minutos ya estaba habilitado el salón más grande del club del barrio para que lleváramos allí a las personas rescatadas. Un carnicero se ocupó de traernos chalecos salvavidas para reponer los que teníamos por si pasaba algo, entre todos traían nafta para que repusiéramos enseguida en la moto, y los cambios que le hacían a nuestro plan eran siempre para mejorar. Fue un trabajo impresionante”, reconstruye.

El primer rescate fue el de Lucas, un adolescente al que encontraron subido a un árbol. “La correntada les explotó el portón de la casa. Él sostuvo a su abuela hasta que no pudo más, a su abuela se la llevó la correntada así que imaginate cómo estaba ese chico cuando lo encontramos”, cuenta Bruna.

¿Y su vida? ¿Estuvo en riesgo? “Tuve el agua hasta el cuello y tapándome. Pero todo el tiempo me concentré en que tenía que mantener la calma. La calma es indispensable en el agua porque si no empezás a pegar manotazos, se te fatiga la respiración, te acalambrás, te cansás y es peligrosísimo. Siento que tuve calma en medio de mucha adrenalina también. Y con Nicolás decidimos que había calles en las que no íbamos a entrar. Cuando veíamos que la correntada podía derribar la moto y llevarnos, no entrábamos. Sabíamos que teníamos que cuidarnos”, explica, ante la pregunta de Infobae.

Su mamá, Alicia, al principio no podía creer lo que estaba haciendo su hijo. “Se asustó, habrá pensado que para qué. Pero cuando me vio volver las dos o tres primeras veces ya se calmó”, cuenta Lucas. Alicia, de 61 años, después ocupó el lugar más maternal de todos los que había en el operativo: esperaba a su hijo con café caliente y ropa seca para cambiarse periódicamente. “Me abrigaba hasta que yo me templara y me volvía a meter al agua, que estaba muy fría”, dice él.

Hubo salvatajes en los que los rescatados reaccionaban bien, con una alegría inmensa. “Incluso me sorprendió en gente muy mayor porque aparecían unas ganas de vivir y de ser rescatados muy fuertes”, cuenta Lucas. Hubo algún jubilado que, cuando él y Nicolás llegaron con la moto de agua, los esperaba con 300 dólares “y alguna alhajita” en un tupper: “Son los ahorros de toda la vida”, les decían. Y también hubo quienes se resistían a salir de su casa: “Nos decían que no querían dejar sus cosas porque se las iban a robar cuando bajara el agua. Y nosotros respondíamos algo muy crudo pero real en ese momento: que sus cosas se iban a ir o ya se estaban yendo con el agua. Y que lo único que había para cuidar era la vida”, cuenta.

Casi una semana después de ese temporal tras el que, según estiman las autoridades bahienses, costará 400.000 millones de pesos reconstruir la ciudad, Lucas Bruna tiene las piernas raspadas, cortadas y repletas de moretones. “Y recién ahora voy cayendo. En el momento yo creí que iba hasta la esquina a ver cómo estaba todo pero no me imaginaba que me iba a encontrar con lo que vi. Salimos sin pensarlo y creo que fui egoísta porque en ningún momento pensé en Salvador, mi hijo de casi 7 años. No se me cruzó por la cabeza pensar que si a mí me pasaba algo lo dejaba con mi ausencia y sin mi sostén, y creo que eso fue egoísta”, reflexiona.

Fuente: telam

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