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16/10/2024

Entrevista a Federico Coria: el peso del apellido, su transformación personal y el renacer en el tenis

Fuente: telam

En este mano a mano, el oriundo de Venado Tuerto explica, entre otras cosas, cómo la suspensión, algo que se presentaba como un obstáculo, terminó convirtiéndose en motivación. Su recorrido, aspiraciones y planes para el futuro

>Supo sobrellevar el peso de ser un Coria para dejar de ser el hermano y cobrar vida propia. Transitó caminos difíciles y al rencor por la denuncia y la suspensión lo convirtió en el motor que cambió su vida personal y tenística. Federico Coria recorrió el challenger de Buenos Aires y el de Villa María buscando puntos, premios y su destino. Perseguido por la sombra de su hermano famoso, a quien veía más como ídolo, un día se encontró con una suspensión por la denuncia de un colega al que no nombra, pero dice: “Si hoy lo veo, le tengo que agradecer porque lejos de desmoronarme, logró generar en mí todo esto que puedo ser ahora”.

- Si me preguntabas cuando terminó la Gira Sudamericana, a comienzos de temporada, como dice ahora el piberío, estaba en “el prime”, el mejor momento. Pero eso quedó hace muchos meses atrás y en estos últimos tiempos no he tenido grandes resultados. Es como que no pude seguir con la inercia de ese arranque de año tan bueno, jugando dos ATP acá en Argentina y ganándole a los mejores del país, porque salvo a Fran (Cerúndolo) pude vencer a Tommy (Etcheverry) y a Seba (Báez), también a Norrie y a Ofner, eso me dio cierta comodidad en el ranking y me dejó la vara muy alta pero, después, no pude seguir teniendo esos grandes resultados para superar la barrera del número 49, mi mejor ranking (2023), que era el objetivo que teníamos.

- Me encuentro que estoy más grande (se ríe), por terminar una casa con mi mujer, con quien me voy a casar en diciembre, y me gustaría ser papá el año que viene. Así que no me puedo quejar, para nada. Hace cinco años que vivo en un sueño de una realidad total. Yo me imaginaba que en mi carrera tenística me la iba a pasar nadando en el 150 (del ranking), porque a los 25 años estaba más para dar clase con mi papá, en Venado Tuerto, que para pensar en esta realidad. Y, después, se me fueron dando las cosas de una manera increíble, que hasta el día de hoy me sigue sorprendiendo, y ya van cinco años que puedo estar dentro de los mejores 100 del mundo.

- ¿Por qué no te tenías confianza?

- ¿Te enojaste en ese momento de la suspensión?

- ¿Le guardás rencor a quien te denunció por ese momento vivido?

- (El sujeto es tácito, en todo momento evita nombrarlo) Es que en realidad, hoy, con la película completa, me doy cuenta de que me terminaron ayudando. Porque yo creo que si no hubiese pasado eso, no sé si hubiese despertado tanta ira dentro mío y tantas ganas de decir “¡che, no, mi carrera no se puede terminar con una noticia así!” Yo, el día de mañana, si mis hijos buscan en internet Federico Coria no puede quedar esa noticia de que fui suspendido por no reportar un intento de soborno. Entonces, eso me dio mucha fuerza. Me acuerdo de haber estado días muy cansado, sin ganas de entrenar y de sólo pensar en esa gente tomaba fuerzas para volver a entrenar. ¿Comprendés? Es por eso que no le guardo rencor -continúa lo tácito-, porque en definitiva me terminó haciendo un bien y me ayudaron a lo que vino después.

- Mirá, esta gente fue parte de un motor para cumplir todo esto que me llegó, desde jugar “Olimpíadas” y la Copa Davis, capitaneada por mi hermano y con mi viejo en la tribuna. Todas esas cosas que nunca me animé a soñar.

- ¿Y cómo es que se produce ese cambio?

- ¿Con eso alcanzó?

- ¡No! El Gringo tiene una manera muy dura de ser, te dice lo que ve -“tu derecha es una cagada, con tu revés la empujás, físicamente sos un desastre”- y todo lo que él crea, con una sinceridad brutal. Fue muy directo, pero porque te quiere cuidar y no porque quiera lastimarte. También empecé a trabajar la parte física en SportLab para que el Gringo pudiera trabajar conmigo. Me ayudó a ordenarme fuera de la cancha, con la mentalidad que necesito dentro de la cancha y a comer una manzana en vez de un chocolate y me hizo comprender que debía alejarme de esa fantasía de jugar con drops paralelos. Porque mi sueño siempre fue jugar a lo River, que sería jugar a lo Guillermo Coria, pero, lamentablemente, me toca más jugar a lo Boca o Estudiantes, luchando. Y todo se fue dando resultado de una manera muy especial y empujado por el motor del que hablábamos un poco antes. Nunca había soñado llegar a ser Top100, era imposible pensar que Federico Coria estuviera entre los 100 de todo el mundo, pero de ese huevo nació la mojarra y ahí empezó la mojarra lo que es mojarritas y luchar.

- La mojarra es ese amigo que en una mesa salta y dice: ”¡Eh! ¿viste lo que te dijo?” (y lanza una carcajada). Cuando éramos chicos yo tenía un entrenador al que lo tocaba de atrás y me iba corriendo, nunca me podía agarrar. Entonces, un día me dijo: “Sos una mojarra”. Es el pececito que come, pica y se va rápido. Después, lo trasladamos a la cancha, eso de que yo era muy de traer pelotas y empecé a usar ese apodo para los jueguitos durante la pandemia, porque no quería ponerme Fede Coria. Entonces, la mojarra fue mutando, cuando jugué la Copa Davis era el jugador 84 en debutar, así que fue La Mojarra 84. En Roland Garros le pusimos “Lemoj”, en Brasil fue “La Mojarrinha”, pero lo del V-log nació de mostrar las locuras del Gringo, que me parece un personaje muy gracioso. Es algo muy lindo que se me armó, algo muy lindo que no lo quiero abandonar.

- ¿Fue una carga llamarse Coria?

- Entonces, superaste la carga del apellido, de ser un Coria

- Si no creías en vos, si te veías “tirando canastos” junto a tu papá, si tuvieras la posibilidad de viajar en el tiempo y encontrar al Fede Coria de 8 o 9 años, ¿qué le dirías?

Fuente: telam

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