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02/12/2025

El cometa 3I/ATLAS sigue sorprendiendo: tiene volcanes de hielo que estallan

Fuente: telam

El visitante interestelar, que en pocos días hará su máximo acercamiento a la Tierra, tiene actividad criovolcánica, según nuevas observaciones

>El cometa interestelar Este comportamiento típico de objetos pertenecientes al borde de nuestro Sistema Solar, despertó preguntas profundas sobre su estructura interna y sobre los procesos que pudieron moldearlo durante miles de millones de años.

Las imágenes y mediciones reunidas por equipos europeos, con un rol central del Telescopio Joan Oró del Observatorio del Montsec, marcaron un antes y un después. Por primera vez se logró detectar en un objeto interestelar chorros de gas y polvo que emergían del interior por la acción de volcanes de hielo.

Los científicos analizaron con detalle el comportamiento del cometa mientras avanzaba hacia su perihelio, el punto en el que más se acercó al Sol el 29 de octubre. Cada día sumó datos inesperados. A medida que la superficie recibía mayor radiación solar, el hielo atrapado en sus capas externas se transformó en gas y formó chorros visibles desde la Tierra.

Este proceso, conocido desde hace décadas en cometas de nuestro sistema, adoptó en 3I/ATLAS una forma más intensa y estructurada que la habitual. Por ese motivo los investigadores interpretaron las emisiones como actividad criovolcánica, una conclusión que abrió un abanico entero de interrogantes.

Así, los investigadores encontraron evidencia de que, a medida que el cometa se acercaba al Sol, una serie de criovolcanes (conocidos como “volcanes de hielo”) entraron en erupción en su superficie.

El misterio detrás de la activación de los chorros resulta clave para entender la estructura del objeto. Los estudios preliminares sugirieron que el disparo de los volcanes de hielo se produjo cuando el calor solar alcanzó el umbral en el que el dióxido de carbono sólido se transformó en gas. Esa transición generó presión en cavidades internas y permitió que un líquido oxidante circulara hacia zonas ricas en hierro, níquel y sulfuros.

El equipo liderado por Josep Trigo-Rodríguez comparó la composición estimada del cometa con muestras de condritas carbonáceas de la Antártida, recuperadas por campañas de la NASA. La espectroscopia apoyó la interpretación: los patrones de interacción con la luz se acercaron a los de meteoritos primitivos que conservaron una mezcla rica en metales y materiales volátiles.

Una de las muestras analizadas incluyó un fragmento considerado remanente de un objeto transneptuniano. La coincidencia entre ambos análisis fortaleció la hipótesis de que 3I/ATLAS se formó en un ambiente frío y lejano a su estrella original, con una composición similar a la de cuerpos que hoy orbitan más allá de Neptuno.

Los científicos destacaron la sorpresa de ese resultado. “Todos quedamos sorprendidos”, declaró Josep Trigo-Rodríguez. También afirmó: “Al tratarse de un cometa formado en un sistema planetario remoto, es notable que la mezcla de materiales que forma su superficie se asemeje a la de los objetos transneptunianos, cuerpos formados a gran distancia del Sol, pero pertenecientes a nuestro sistema planetario”.

El interés generado por el cometa creció todavía más por su rareza estadística. Solo se registraron dos objetos interestelares antes de 3I/ATLAS. Cada visitante que llega desde afuera de la influencia gravitatoria solar funciona como un mensajero del pasado profundo de otra estrella.

Su paso ofrece una oportunidad única y fugaz: el año próximo continuará su trayectoria hiperbólica y desaparecerá para siempre.

El impulso que tomó la discusión pública desde el descubrimiento del objeto reflejó el magnetismo que producen los visitantes interestelares. Las especulaciones se multiplicaron cuando comenzaron a circular sus primeras imágenes, con teorías en redes sociales que sugirieron que el cometa podría ser una nave extraterrestre.

Sin embargo, desde el inicio los astrónomos descartaron estas ideas. Los cálculos de su trayectoria mostraron una órbita hiperbólica compatible con un cometa expulsado de su sistema original por interacciones gravitatorias.

El interés científico, por lo tanto, no se concentró en el origen artificial, sino en las pistas que ofrece sobre la formación planetaria. Las similitudes entre 3I/ATLAS y objetos transneptunianos invitan a pensar que los discos protoplanetarios de estrellas jóvenes pueden generar cuerpos helados con composiciones parecidas siguiendo procesos equivalentes.

Los investigadores analizaron también un detalle no menor: la masa aproximada del cometa. Si su ancho ronda el kilómetro, la densidad estimada y la abundancia de material rocoso indicarían una masa de más de 660 millones de toneladas. Ese valor resulta coherente con la actividad registrada, ya que un cuerpo de esa magnitud podría retener calor interno suficiente para sostener procesos que permitan la presencia de criovolcanes.

Otro aspecto destacado por el equipo científico apunta a la irradiación del objeto. La exposición a rayos cósmicos durante miles de millones de años habría modificado las capas externas, lo que dificulta reconstruir su evolución exacta.

Trigo-Rodríguez remarcó la importancia de estudiar cometas interestelares no solo por el conocimiento que aportan, sino también por la necesidad de evaluar riesgos potenciales. La forma en que interactúan con el Sistema Solar, su velocidad y su trayectoria resultan factores relevantes para analizar posibles amenazas futuras.

Al mismo tiempo los describió como “objetos extraordinarios” y afirmó: “Son cápsulas espaciales que contienen información valiosa sobre la química que ocurre en otro lugar de nuestra galaxia”.

El hallazgo no solo agrega una pieza fundamental a la comprensión de 3I/ATLAS. También modifica la forma en que los astrónomos planifican futuras campañas de observación. La posibilidad de encontrar criovolcanes en objetos que vienen desde otras estrellas obliga a diseñar instrumentos sensibles a señales sutiles de sublimación, reactividad química y emisión de partículas. Cada nuevo objeto interestelar podría mostrar variaciones que enriquezcan la comparación entre sistemas estelares.

Mientras el visitante continúa su camino hacia la salida definitiva del Sistema Solar, los investigadores revisan los datos reunidos para preparar trabajos más detallados. El cometa interestelar 3I/ATLAS tendrá su máxima aproximación a la Tierra el 19 de diciembre de 2025, a una distancia de aproximadamente 270 millones de kilómetros.

El cometa llegó desde otra región de la galaxia y ofreció una lección contundente: los límites de la diversidad planetaria continúan ampliándose, y cada visitante interestelar puede cambiar la forma en que entendemos el origen de los mundos.

Fuente: telam

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