14/11/2025
Roma vibra con Bienalsur en el imponente Auditorium Parco della Musica con una muestra que desafía los sentidos
Fuente: telam
Una de las salas más importantes de Europa, diseñada por Renzo Piano, alberga “Invocaciones. Un sonido en el fondo del oído”, una invitación a reflexionar sobre el límite del lenguaje sonoro y visual
>Desde Roma, Italia. El Auditorium Parco della Musica Ennio Morricone es el mayor recinto de espectáculos de Europa: tiene cuatro auditorios cubiertos y uno al aire libre con capacidad para más de 10.000 espectadores. Inaugurado en 2002, y proyectado por el arquitecto Renzo Piano, se convirtió en uno de los centros culturales y de entretenimiento más importantes del continente, con una programación que abarca música, danza, teatro y arte.
El título alude a un sonido interior, individual, percibido solo por quienes aceptan el desafío de poner a prueba sus sentidos. “Me pareció interesante pensar una muestra que estuviese relacionada con el sonido, pero que no incluyera sonidos. Trabajar con obras que surgieran de una fuente sonora, pero que no la introdujeran, para permitir que convivieran naturalmente”, explicó Casini a Infobae Cultura. Además, señaló que varios de los trabajos dialogan entre sí por sus materialidades y por la presencia de elementos naturales.
Finis, del artista italiano Jacopo Mazzonelli, representa “los rulos de un piano” que, al final de la composición, repiten una y otra vez la palabra “fin”. “De alguna manera es una contradicción —observó Casini—, porque si estás repitiendo fin, parece que nunca termina”.
La artista argentina Lihuel González presentó Decir casi lo mismo, una video-instalación en la que un músico de orquesta ejecuta su dirección mientras, del otro lado de la pantalla, una mujer baila. Si hay correspondencia sonora entre ambos o no, si él está dirigiendo alguna sinfonía en particular o no, son preguntas que quedan abiertas.
El artista catalán Marc Vilanova presentó una instalación construida a partir de grabaciones de infrasonidos naturales —frecuencias tan bajas que el oído humano no puede percibirlas— registradas en distintas cataratas del mundo, entre ellas, las de Iguazú, en la provincia argentina de Misiones.
En ese contexto, Vilanova viajó por a Misiones, Brasil, Niágara y Quebec City y grabó con micrófonos especiales los infrasonidos generados por las cataratas del Iguazú, las del Niágara y las de Montmorency, siguiendo el recorrido de ciertas especies de aves que utilizan esas frecuencias para orientarse durante las migraciones.
Según Vilanova, el montaje de la obra traduce el sonido en movimiento y luz. “Hasta que llegás al estudio no sabés si grabaste algo o no, porque no lo podés escuchar cuando estás ahí”, explicó. “Usé solo las frecuencias por debajo de los veinte hercios. Esos sonidos se reproducen en la instalación a través de pequeños altavoces que no pueden emitirlos al aire, pero vibran, y esa vibración se transmite a las fibras ópticas que cuelgan de ellos. De alguna manera, podés ver la onda sonora caer por la fibra óptica”.
En la charla, el artista recordó una de sus experiencias de grabación en Canadá: “En Montmorency, una catarata cerca de Quebec City, mientras hacía tomas en las escaleras, sentí una presión en el estómago. Después, cuando llegué al estudio, descubrí que había sido la grabación con más contenido de infrasonidos”. Y agregó: “Es bonito pensar que a veces no podemos escuchar el sonido, pero sí los sentimos de alguna manera”.
Fuente: telam
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