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14/11/2025

La periodista que desafió a Julio Verne y dio la vuelta al mundo en menos de 80 días: las peripecias de un viaje revolucionario

Fuente: telam

Se hizo encerrar en un manicomio para luego escribir lo que vivió; se propuso dar la vuelta al mundo en menos días en que lo imaginó Verne; fue empresaria y hasta corresponsal de guerra. Las mil caras de Nellie Bly, una periodista que enseñó una nueva manera de mostrar la verdad

>Esa novela por entregas, con aventuras, acción y romance alrededor del mundo rápidamente se había hecho muy popular. Su autor era Julio Verne, un francés de entonces 44 años. Se publicó en Le Temps, uno de los diarios más importantes de París, entre el 7 de noviembre y el 22 de diciembre de 1872 y se llamó “La vuelta al mundo en ochenta días”.

Una joven periodista, que ya había dado de qué hablar, y que firmaba con el seudónimo de Nellie Bly, se propuso recrear el viaje imaginado por el novelista francés. Se llamaba Elizabeth Jane Cochran, nacida el 5 de mayo de 1864. Era una jovencita cuando escribió una carta, sin firmarla, al editor del Pittburgh Dispatch para solicitarle empleo. El editor, luego de evaluar la calidad de su redacción, debió convocarla a través de un aviso en el diario porque no había dejado sus datos.

Luego de trabajar un tiempo allí y cuando la relegaron a la sección mujeres, renunció. Viajó a Nueva York, donde fue contratada por el New York World, diario de Joseph Pullitzer, que había comprado en 1883 y que había transformado en un medio sensacionalista muy popular.

Frecuentó un bar, provocó un disturbio, dijo tener amnesia, hablaba incoherencias, llamaron a la policía y al día siguiente era ingresada al manicomio, ya que no tenía familia y, en realidad, nadie sabía de dónde había salido.

Estuvo diez días y conoció por dentro el maltrato a los pacientes, los castigos, el abandono, la mala comida, la suciedad de ambientes dominados por los roedores. Esas experiencias las volcó en una serie de notas en el diario, que luego se transformaría en un libro. El material publicado obligó a las autoridades a revisar y mejorar su política sanitaria. Cuando fue liberada, tenía la certeza de que había encerradas mujeres que no estaban enfermas.

Como un nuevo desafío, propuso que la mandaran a un viaje alrededor del mundo, recreando el periplo descripto en la ficción por Julio Verne, y que lo haría en menos de 80 días. En el diario dudaron, y ella amenazó con hacerlo en otro periódico.

El desafío era importante y el diario no se quedó atrás. Lanzó un concurso entre sus lectores: el que adivinase los días y el tiempo exacto en el que la periodista haría la travesía, se haría acreedor de un viaje por Europa.

Se reunieron en la casa que el escritor ocupaba en el nº 2 de la calle Charles-Dubois, hoy convertida en museo. A Verne le inquietaba que la chica no siguiese al pie de la letra el itinerario de Phileas Fogg, y no pasase por Bombay, como en el relato original, mientras se lo señalaba en un globo terráqueo, el mismo que usaba para imaginar las aventuras que volcaría en la escritura. Le dijo que si lograba completar el viaje en 79 días, la felicitaría públicamente. El novelista descorchó un champagne y brindaron por el éxito del viaje.

De ahí se trasladó a Calais y se subió a un tren que atravesó Francia y la llevó a la italiana Brindisi. La formación nunca se detuvo y a ella le llamó la atención el escaso mantenimiento del vagón y lo poco podía ver a través de la ventanilla, por la suciedad que tenía.

En Brindisi bajó para despachar un telegrama y llegó casi sobre el filo para partir en el Vittorie, donde ocupó un camarote compartido con una francesa.

El 27 de noviembre llegó a Port Said, donde le pareció una suerte de Montecarlo africano. Partió a Colombo, donde esperó cinco días el vapor Oriental que la dejó en Singapur y de ahí navegó a Hong Kong. Allí se enteró de que otra colega, Elizabeth Bisland, había sido enviada por el Cosmopolitan Magazine para hacer el mismo viaje y que el propósito, indudablemente, era llegar primero.

En San Francisco, Pullitzer había contratado un tren privado para que cruzase el país en una época en que la nieve bloqueaba las vías. En cada estación, la esperaba una multitud, que la ovacionaba, le hacía regalos y las autoridades locales pronunciaban discursos. Llegó a Nueva Jersey el 25 de enero de 1890. La recibieron salvas de artillería y cerca de quince mil personas. Apenas bajó del tren, tres jueces pararon los cronómetros que habían activado en la partida.

Grover Cleveland, que hacía poco había terminado su mandato presidencial, aseguró que “vuestra maravillosa vuelta significa un gran paso en la historia del progreso de la humanidad”.

Al diario, que costeó el viaje, no le fue mal. Gracias a las crónicas del viaje, llegó a una tirada diaria de 340 mil ejemplares.

En 1895, se casó con Robert Livingston Seaman, un industrial millonario, dueño de Iron Clad, fabricante de estructuras de metal y de envases, a quien había conocido en un viaje en tren. Las malas lenguas se preguntaban si en realidad Nellie se había casado por interés o quizás lo había hecho para luego escribir un artículo sensacionalista.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, viajó al frente oriental, transformándose en una de las primeras mujeres corresponsales de guerra.

Fuente: telam

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