Jueves 18 de Septiembre de 2025

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18/09/2025

A diez años de la muerte de Mario Benjamín Menéndez: su dolor por los caídos y una vida atravesada por la Guerra de Malvinas

Fuente: telam

El 18 de septiembre de 2015 fallecía quien se desempeñara como gobernador militar en las islas durante la recuperación de 1982. Su relación con Galtieri, sus presentimientos y sus críticas a la improvisación de una operación que, pensada para obligar a Gran Bretaña a negociar la soberanía, desencadenó una guerra

>Menéndez era jefe de operaciones del Estado Mayor del Ejército cuando el general Leopoldo Galtieri lo convocó a una reunión reservada. Lo sorprendió con el anuncio de que había un plan de recuperación de las islas Malvinas, que estaba pensado para fines de mayo, y que su decisión, consensuada por la Junta Militar y altos mandos de las tres fuerzas, era que él fuera el gobernador militar.

Hoy, 43 años después de terminada la guerra y a diez años de su muerte, en una parábola perfecta de una vida marcada a fuego por el conflicto bélico, Menéndez descansa en las islas junto a su hijo, tal como fue su voluntad.

Al día siguiente de la recuperación, Menéndez cumplió 52 años. No fue el único de la familia que combatió en las islas. Su hijo, también llamado Mario Benjamín, correntino, había egresado en noviembre de 1980 como subteniente, y fue con el Regimiento 5. También estaba el teniente Eduardo Sabin Paz, aviador de Ejército, casado con Marta Ofelia, la hija mayor del general. Era jefe de la sección Compañía de helicópteros de asalto B.

Menéndez entendió que la Junta Militar no había planificado una guerra, porque su estrategia estaba basada en un cálculo errado. Se calculaba que la acción obligaría a Gran Bretaña a negociar. No se pensó en una defensa de Puerto Argentino, si hasta a los hombres del BIM 2, que habían participado del desembarco, los hicieron regresar al continente.

“Imprevisión e improvisación”, son las palabras que usaría el resto de su vida para describir lo que había ocurrido. Entendió que los altos mandos no habían pensado en la alternativa de una guerra, creían que Gran Bretaña se sentaría a negociar. Cuando Galtieri visitó las islas el 22 de abril, le pidió aguantar el primer encontronazo y seguro que luego los ingleses pedirían arreglar la cuestión en una mesa de negociaciones.

Los problemas en las islas eran serios: la superioridad aérea y naval enemiga hizo que el aprovisionamiento de armamento, municiones y sobre todo alimentos a los hombres que estaban desperdigados en distintas posiciones en las islas, fuera una tarea imposible. Y que todo, inevitablemente, terminara en una derrota. Menéndez ordenó apropiarse de los alimentos de un buque hospital de la Cruz Roja, que había llegado a Puerto Argentino, y con ese cargamento, racionándolo, llegaron a mediados de junio.

El desembarco inglés en San Carlos obligaba a realizar una acción ofensiva, ya que los manuales de guerra indicaban que una prolongada acción defensiva llevaría a una derrota.

El 9 de junio el general Daher y los coroneles Cervo y Cáceres viajaron a Buenos Aires a presentarle a Galtieri un plan, que ellos denominaron “Operativo Buzón”, que incluía a paracaidistas arrojándose en San Carlos, con acciones coordinadas con fuerzas de tierra y aéreas, a llevar adelante el día 12 de junio. Pero Galtieri lo desechó, lo consideró demasiado arriesgado. Aún así, Menéndez pidió logística para armar un plan de ataque a San Carlos, pero nunca le respondieron.

Menéndez evaluó que prolongar la guerra solo provocaría más muertos; en los últimos días del enfrentamiento, en sus visitas al hospital militar en Puerto Argentino, veía cómo los cirujanos trabajaban a cuatro manos repartiéndose en distintos quirófanos.

Cuando evaluó que la situación no daba para más, decidió parlamentar por un alto el fuego. No hizo caso a las indicaciones de Galtieri de continuar la guerra, él se sentía responsable de los hombres que estaban en las trincheras y poco le importaba lo que opinasen en Buenos Aires.

Lo dejaron prisionero un día en el puesto comando de la X Brigada. Luego lo llevaron al Fearless, un buque plataforma usado en el desembarco en San Carlos. Una de sus lanchas había sido destruida por la aviación argentina durante los ataques a Bahía Agradable. Este barco navegó, con Menéndez a bordo, entre Puerto Argentino y el Estrecho de San Carlos.

Se lo pretendió hacer ingresar casi en secreto en la guarnición de Campo de Mayo. Corría el rumor de que venía pero que las autoridades militares quisieron que fuera de incógnito y que el plan era llevarlo a otro lado. Como muchos familiares de soldados se agolparon en los alrededores, armaron vallas. Pero cuando su hija María José lo vio, las saltó y corrió a su encuentro, y todo se desbordó. Lo subieron al auto y lo llevaron a la casa familiar.

Estaba dolido porque no lo habían dejado estar con sus hombres. Sus allegados dicen que desde ese instante hasta que murió sus pensamientos giraron alrededor de los 649 caídos.

En esas exposiciones, en universidades, escuelas y organizaciones intermedias, no tenía problema en admitir que, si se volviera a recuperar las islas, había cuestiones que haría distinto. Aseguró que Chile, lejos de comportarse como un país hermano, lo habían hecho “como cerdo”, y explicó que nunca pasó por su cabeza suicidarse porque lo consideraba un acto de cobardía. Sabía que debía regresar al continente y dar la cara.

Visitaba a soldados que habían regresado heridos, que se recuperaban en el hospital, asistía a sus casamientos y frecuentaba los centros, en tiempos en que el país aún no estaba preparado para atenderlos tanto en la cuestión psicológica como material.

Los reproches y las críticas que surgían a borbotones entre los excombatientes tenían sus explicaciones. Para ellos, en tiempos en que todos le cerraban la puerta en la cara, Menéndez daba sus argumentos que tardaron en comprender y en asimilar.

Falleció el 18 de septiembre de 2015. Tiempo antes había muerto su esposa, quien había dejado expresas instrucciones de ser cremada. El general, que al principio no quería saber nada con la cremación, cambió de opinión.

Y entonces, casi naturalmente, entre los amigos del padre y el hijo surgió una idea: ¿Por qué no llevar las cenizas de ambos a Malvinas? Se lo había escuchado decir que le gustaría que sus restos descansasen para siempre allí.

Se aprovechó uno de los tantos viajes. Los nombres de los que llevaron las cenizas se mantienen en estricta reserva así como los pormenores de la operación. Ellos se encargaron de esparcirlas en tres puntos del archipiélago: la Casa de Gobierno, donde Menéndez residió y donde colgó un cuadro de José de San Martín en el lugar en el que se exhibía uno de la reina Isabel II; el cementerio de Darwin; y el Monte Longdon, donde se libró una de las batallas más cruentas de la guerra, en la que murieron 42 soldados argentinos y 23 británicos.

Fuente: telam

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