Jueves 18 de Septiembre de 2025

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18/09/2025

Jorge Julio López, el hombre que desapareció dos veces: sus últimas horas, las pistas falsas y “el papelito” de Miguel Etchecolatz

Fuente: telam

El 18 de septiembre de 2006, el mismo día que iba a asistir a los alegatos del juicio contra uno de los genocidas más notorios de la policía bonaerense, Jorge Julio López desapareció sin dejar rastros. Meses antes había brindado uno de los testimonios más contundentes y desgarradores sobre los crímenes cometidos por la dictadura. El rastro perdido, una investigación fallida y la última provocación que el represor que lo había secuestrado en 1976 escribió ocho años después de su desaparición

>La primavera estaba a la vuelta de la esquina el lunes 18 de septiembre de 2006 y en La Plata los tilos ya perfumaban las calles y las avenidas de la ciudad. En sus tapas, los diarios repasaban los partidos del domingo, con las victorias de San Lorenzo y River y el opaco empate sin goles de Boca. No había sido una buena jornada para los equipos platenses: un empate en cero para Gimnasia frente a Banfield y una derrota por la mínima diferencia para Estudiantes contra Rosario Central. Ese lunes, en la ciudad, el hecho más relevante sería la lectura de los alegatos finales del juicio por crímenes de lesa humanidad que se desarrollaba en la sala de tribunal improvisada en el Palacio Municipal, que tenía al comisario general Miguel Etchecolatz entre los principales acusados.

A los 76 años, Jorge Julio López disfrutaba de la vida familiar y de la presencia de sus hijos. También se sentía en paz consigo mismo, sobre todo desde hacía unos meses, cuando había cumplido una promesa que había hecho casi tres décadas antes, la de contar lo que había pasado. Cuando en 2003, por iniciativa del entonces presidente, Néstor Kirchner, el Congreso había derogado las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, que habían brindado impunidad a la enorme mayoría de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura, López supo que podría decir en un tribunal lo que había visto, oído y sufrido, y también señalar a los responsables. Sobre todo a uno de ellos, a Etchecolatz, mano derecha del general Ramón Camps, jefe de la Policía Bonaerense durante la dictadura y responsable de una enorme una red de centros clandestinos de detención y tortura donde había desaparecido miles de personas. Él había tenido la suerte de sobrevivir y sabía que su deber era dar el testimonio que sus compañeros de cautiverio en uno de ellos no podían dar.

Jorge Julio López, albañil y militante peronista, tenía 46 años cuando cayó en las garras de los grupos de tareas de la dictadura, fue torturado y permaneció detenido ilegalmente en varios centros clandestinos del “Circuito Camps”. Lo secuestraron la noche del 27 de octubre de 1976 durante un gran operativo en Los Hornos, junto a otros militantes peronistas. A la cabeza de los grupos de tareas que se desplegaron esa noche estaba el director de Investigaciones de la Policía Bonaerense, Miguel Etchecolatz.

Lo que vivió esos meses de detención clandestina fue lo que casi tres décadas después relató como testigo ante el Tribunal Oral Federal número 1 de La Plata. Jorge Julio López había hablado el 28 de junio ante el tribunal y su testimonio habían sido impactante, por la claridad con que había relatado lo que había sufrido y visto. Además, había reconocido a Etchecolatz como uno de los represores que lo habían torturado y como autor material del asesinato de Patricia Dell’Orto. “Patricia le gritaba ‘¡No me maten, llévenme a una cárcel pero no me maten, quiero criar a mi nenita, mi hija!’, y ellos no, la sacaron. Y van a ver ustedes si algún día encuentran el cadáver o la cabeza, que tiene el tiro metido de acá y le sale por acá. Buum, otro tiro”, contó ante los jueces mientras señalaba con un dedo el centro de su frente.

Mientras hablaba se lo veía emocionado y por momentos tembloroso, pero firmemente decidido a relatar los hechos de los que había sido testigo. En uno de los momentos más dramáticos de su testimonio dijo: “Pensé: si un día salgo y lo encuentro a Etchecolatz, yo lo voy a matar. Así pensaba, pero después me dije, qué voy a matar a una porquería como esa, a un asesino serial. Etchecolatz personalmente dirigió esa matanza”.

La mañana del lunes 18 de septiembre de 2006, cuando Hugo, el hermano de Rubén, se levantó, Jorge Julio López ya no estaba en la casa. En un primer momento, nadie sospechó que podía tratarse de un secuestro. “Fue impensado lo que pasó, en ese momento, lo primero que pensamos era que le había pasado algo mental, porque pensábamos que esas cosas, las desapariciones, ya no pasaban, pero pasó”, contó Rubén.

Una de las hipótesis que se manejaron después fue que alguien lo engañó para que saliera de la casa, porque lo acordado era que esperaría allí a que llegara Gustavo, el sobrino, para llevarlo junto con Hugo en su auto hasta el Palacio Municipal.

Los organismos de derechos humanos sostuvieron desde un primer momento que se trataba de un delito en el que habían participado miembros de las fuerzas de seguridad retirados y en actividad. Después hubo decenas de pistas falsas, un cadáver quemado que no era el de López y una investigación policial plagada de errores que, más que avanzar, terminó destruyendo todo tipo de indicios.

Más de ocho años después de la desaparición de López, a fines de octubre de 2014, el genocida Miguel Etchecolatz enfrentaba el tramo final de otro juicio como acusado, nuevamente frente a un tribunal presidido por Carlos Rozanski. En el momento en que se leía la sentencia que lo condenaba a prisión perpetua, el ex jefe de Investigaciones de la Bonaerense tomó un pequeño papel y lo desplegó. Al terminar la lectura del fallo, pretendió entregárselo al Tribunal, pero se lo impidieron. Leo Vaca, fotógrafo de la agencia Infojus que estaba cubriendo el juicio, hizo foco con su cámara en el papelito y disparó. En el papel, Etchecolatz había escrito, de puño y letra: “Jorge Julio López”.

El genocida Miguel Etchecolatz murió el 2 de julio de 2022, cuando purgaba una condena de prisión perpetua. Nunca explicó si aquella anotación fue un mensaje sobre la suerte corrida por López o una provocación dirigida a las víctimas. Lo que sabía se lo llevó a la tumba.

Al cumplirse 19 años de la segunda desaparición de Jorge Julio López, la investigación sigue empantanada. La causa está insólitamente caratulada como “presunta desaparición forzada de persona”.

Fuente: telam

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