Sábado 19 de Julio de 2025

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19/07/2025

La abuela argentina que cocina empanadas, pastel de papa y otras delicias nacionales en el restaurante neoyorquino del filme “Nonnas”

Fuente: telam

Con la mitad del corazón en el barrio de Boedo, donde nació hace 78 años, Carmen Bernardo vive desde hace 14 en Nueva Jersey, adonde se mudó para cuidar de su nieta. Y hace nueve conquista paladares de todo el globo en Enoteca María, el local gastronómico de Staten Island en el que los chefs estrellas son abuelas del mundo que cocinan los platos más típicos de sus países a turistas y clientes asiduos. El local que se hizo famoso cuando su fundador protagonizó una película de Netflix

>Esta historia podría comenzar así: hace casi una década, cuando Carmen tenía 69 años y ya hacía tres o cuatro que vivía en Nueva Jersey —estado que limita al norte con Nueva York, a un poco más de 100 kilómetros de distancia— una amiga le dijo que en el New York Times había salido una nota que contaba que en Staten Island había un restaurante que en lugar de chefs buscaba abuelas de todo el mundo. A lo que Carmen respondió: “Ay, pero qué interesante, ¿no?”. Y su amiga le informó: “Sí, vos tenés un appointment (una cita) el sábado”.

Carmen —piel bronceada, pelo rubio ceniza, lentes con marco animal print, labios rojos, bijou dorada en composé, espíritu enérgico, el acento un popurrí de los países que habitó y la habitaron— se ríe del otro lado de la pantalla cuando recuerda ese día, esa conversación con su amiga que sin consultarle la había anotado para una entrevista de trabajo con Jody “Joe” Scaravella, el fundador de Enoteca María, restaurante que había abierto en 2007 después de la muerte de su madre —por quien lleva su nombre—, para homenajearla a ella, a su abuela y a la gastronomía italiana de su familia. A Scaravella se le había ocurrido contratar nonnas —primero italianas y luego de diferentes países del mundo— para que cocinaran los platos típicos con los que él había crecido y pusieran en la mesa ese sabor inigualable que transporta en un pestañeo a los días de la infancia, a la familia reunida, a la comida hecha en el lugar más especial del mundo: la casa de la abuela.

—Y entonces me recibe el dueño, Jody Scaravella, el de la película. ¡Ay, Dios mío! —se ríe— ¡69 años tenía yo! Y entonces le digo que me disculpe pero yo nada que ver: “Mire, viene porque tenía el appointment, pero lamentablemente no reúno las condiciones para trabajar en su negocio”. Y me dijo: “¿Por qué?”. “Porque mi cocina es muy básica, muy de mamá, muy de abuela”. “Eso es lo que yo estoy buscando”.

No entendía cómo, ni qué había sucedido. No sabía nada de las dinámicas de un restaurante y nunca se le había cruzado por la cabeza la idea de cocinar en uno. Y sin embargo ahí estaba.

Si la llegada de Carmen a Enoteca María también hubiese sido narrada en la película Nonnas —dirigida por Stephen Chbosky y protagonizada por Vince Vaughn, Susan Sarandon, Lorraine Bracco, Brenda Vaccaro y Talia Shire—, que cuenta la historia de Scaravella, su pequeño restaurante de Staten Island y las primeras abuelas italianas que llegaron a trabajar en él, esa conversación con su amiga y la entrevista que siguió después serían escenas obligadas.

Se fueron con la esperanza de volver. De que la situación en Argentina mejorara. Intentaron regresar en el 76, “pero Buenos Aires estaba peor que en el 73”. Tenían tres bebés y resolvieron volver a Venezuela.

—Siempre esperando que se mejorara Argentina porque nuestro deseo era estar ahí y criar a los hijos con la educación nuestra. Así se fue mi vida quedando lejos lejos lejos.

En el exilio, aunque vivían con confort, entre palmeras, acariciados por el calor del Caribe, Carmen, criada en Buenos Aires, no dejaba de sufrir el desarraigo. De sentir la soledad. Le faltaba su familia. Le faltaba la tierra de sus recuerdos. E intentaba remediar esa nostalgia con lo que siempre se extraña cuando se está lejos y provoca una conexión inmediata con la patria y los afectos: la comida.

Carmen recuerda que de niña —como Jody Scaravella en Nonnas— observaba mucho a su madre cuando amasaba. Un día, en Venezuela, cuando sus hijos eran bebés, evocó las manos de su mamá haciendo empanadas y se puso a cocinar.

Las empanadas de carne que hacía Carmen en Venezuela —”carne picada, cebollita, pimiento. Con pasas de uva, porque mi mamá le ponía para que contrarrestaran el efecto ácido de la aceituna— eran un hit. También deben haberlo sido para sus amigas en Nueva Jersey lo que motivó que una de ellas, sin preguntarle, la anotara para la entrevista en Enoteca María.

***

Al año siguiente, en 2005, Sebastián se casó; y Carmen comenzó a viajar ida y vuelta, desde Venezuela, con su visa de turista y a quedarse con él y su mujer por períodos breves. Hasta que en 2011, cuando nació su nieta, ya no hubo mucho qué pensar: armó valijas y se mudó.

—Así fue como vine a cuidar a la nena. Cuando nació Elaine me quedé con ellos atendiendo la casa y a la bebé.

Nadie puede dimensionar cómo explotó esto. Ya éramos muy conocidos por los mismos clientes que hacían muchas reservas. ¡Y cuando saben que hay comida argentina! (porque vamos rotando los países). ¡El sabor argentino es el que gusta! Yo hago, por ejemplo, pollo al chimichurri y se vuelven locos. A las empanadas les hago una salsita de ajo y perejil para acompañar, que es una provenzal pero ellos le dicen aceite verde, y piden “más, más”. A mí me da risa. Quieren más y le mando más salsa. Todo es diferente. No es el concepto del restaurante al que vas, al cliente no lo sentimos cliente sino que es como cuando la abuela hace los ravioles del domingo: como si llegara la familia.

—Tuve asistentes. La que me pusieron en el lavaplatos, que se ocupa de lavar todo y pelarme las papas, el pinche, como le dicen, era paquistaní; la señora que me asistía para enseñarme de las comandas, porque ¿qué sabía yo lo que era un restaurante?, era una abuela francesa que recién conocía; y yo con mi inglés machucado —recuerda y la asalta una carcajada—. El idioma que yo tenía era el que aprendí en bachillerato, como todos en Buenos Aires: I am, you are, he is, el to be elemental. Pero, ¿sabes qué? Te das cuenta después de que es la actitud que uno pone lo que te hace abrir puertas. Cuando te llaman los clientes para tomar una selfie yo siempre digo: “Sorry, i was born in Argentina, no speak very well in english”. Y enseguida me dicen: “¡No, fantastic, nonna! ¡You speak very well!”. Y listo. Ya está.

Al principio, cuando empezó a trabajar en el restaurante, a Carmen le tocaba ir una vez cada 15 días porque las abuelas que rotaban detrás del menú no eran tantas y Enoteca María abría toda la semana. Después de la pandemia de covid-19 Scaravella comenzó a abrir solo viernes, sábados y domingos, y las abuelas de diferentes países se multiplicaron: ya suman cerca de 40. Eso hace más largo el intervalo entre un día de trabajo y otro, ahora va, prácticamente, una vez por mes. ¡Pero qué vez!

—No te imaginás lo intenso que es. Tenés que jugar contra el reloj. El restaurante tiene siempre comida italiana porque cuando abrió, como muestra la película, era un restaurante italiano. Entonces el que quiere comer su lasaña lo hace. Cuando la gente viene a comer mi comida en una mesa pueden pedir, por ejemplo, comida italiana y también argentina, yo ya aprendí a que salga exactamente al mismo tiempo y al comensal le llegue todo a la vez. Cada vez piden más: argentino argentino argentino. Tuvimos que triplicar las cosas, hago muchísimas más empanadas. Y después es increíble la comida de las abuelas de los países más insólitos que no sabés ni dónde están en el mapa: Grecia, Turquía, Bangladesh, Filipinas, Sacaristán (que ni lo sé pronunciar). Muchos, muchos; la abuela judía, de todo lo que te puedas imaginar. De Latinoamérica tenemos: Argentina, Perú, Chile, Paraguay, que se incorporó hace poquito.

—Porque imaginate, hay productos de todas partes y hay lugares que solamente la abuela que sabe de eso conoce. Ahora ya hace nueve años que cocino ahí y ya saben perfectamente. Me preguntan: “¿Carmen, lo de siempre?”. “Sí, dale”.

No ofrece otro postre porque no le daría el tiempo. Empieza a trabajar entre las 11 y las 12 del mediodía, con dos asistentes “que se encargan de la mise en place, de preparar todas las cebollitas, los pimentones” y aún así llega a las diez de la noche exhausta y sin resto. Tampoco ofrece milanesas porque Scaravella le asegura que son italianas.Y aunque ella le explica: “Vos no sabés cómo es Argentina. ¡Somos los reyes de la milanesa!“, la respuesta tozuda del dueño de Enoteca María es un muro: “No. La milanesa es de Milán”. “Entonces yo con mi churrasco, con mi pollito, con mis panqueques. Porque aparte no puedo poner otros platos; he hecho otras cosas como costillitas con miel y mostaza pero ya nos dimos cuenta de que la gente se vuelve loca por el bistec, que no puede faltar”, dice Carmen. Y asegura que trabajar en el restaurante, enfrentarse a ese reto una vez al mes y aprender cosas nuevas la rejuvenece.

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—Nosotras no sabíamos que se estaba haciendo una película sobre la vida de Jody. Y los primeros días de mayo me llama la encargada del trabajo y me dice: “Carmen, seleccionamos cuatro abuelas (entre las que estaban las que quedaban de las que entraron primeras) y tú vas a ir en representación de todas a la premiere”. Le digo: “¡Ay, qué bueno!”. Y ella me dice: “Y ese día coincide con que Kelly Clarkson las quiere entrevistar en su show”. El Show de Kelly Clarkson se graba en Manhattan, en el Rockefeller Center. Y me dice: “Así que ustedes van a ir, te mandamos un auto de Netflix”. Yo dije: “¡Ay, Dios mío!”, no lo podía creer. Busqué lo más lindo que tenía, un conjunto sin estrenar, porque decía: “¿Cuándo sino voy a ir yo a una premiere? Y me dice: “Después las van a llevar en una van al teatro donde van a ver la película”.

—Estábamos en el show de Kelly Clarkson, presenta a todos los artistas y la veo a ella, que era mi locura desde siempre: ¡Susan Sarandon! Las demás artistas son maravillosas también, pero yo estaba feliz porque estaba viendo a Susan Sarandon. Mi hija, que me había acompañado, me dijo después: “Mamá, vos no veías, pero las cámaras las tomaban a ustedes en el show”. Y antes de finalizar Kelly Clarkson pidió que las verdaderas nonnas bajáramos: ¡y me la presentaron! Le pude decir que era mi artista favorita, que la seguía desde Thelma & Louise. ¡Encantadora, preciosa!

—Entonces, cuando me paro y veo a todo el teatro aplaudiendo, ahí me hizo el click. Y dije: “Dios mío, de Boedo a Manhattan porque hago empanadas”. Y la gente que estaba al lado mío, que no sabía que yo era una de las nonnas reales, me saludaba y me hablaba en inglés, me agarraban. Yo les decía: “Yes, i’m the grandmother from Buenos Aires, Argentina”. Ay, no no no no no, fue emocionante, realmente emocionante.

Además de aquel gran día en Manhattan que no olvidará jamás, hace una semana recibió otra sorpresa: el presidente del distrito de Staten Island, Vito Fossella, les otorgó un reconocimiento a todas las abuelas del restaurante. Materializado en un certificado, el homenaje dice que las nonnas de Enoteca María no solo preparan platos deliciosos sino que llevan “una palabra de aliento y amor mediante la cocina a las personas que visitan el lugar, que son mayoría extranjeros y siempre añoran el sabor de la casa, el sabor de la abuela”.

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Eso le pasó a Carmen en Venezuela. Y a Jody Scaravella cuando murieron su abuela y su madre. Fue esa nostalgia la que se volvió artífice de la idea. La comida es más que eso. Es cultura. Es identidad. Es el lugar de donde venimos. No importa el idioma que tenga, la geografía en la que se produzca.

Lo hace preparando cada mes platos que son un viaje directo a casa. Como hablar con ella es un viaje directo a una charla con la propia abuela. Al cortar la conversación manda “un besote grande para todas” y se despide como lo que es, una de ellas: “Cuidate que hace mucho frío, tapate la garganta. ¿Oíste?”.

Fuente: telam

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